El séptimo domingo de la pascua
(Blanco)
Tema del día: Nuestro Señor ascendido está en el cielo sentado a la diestra de Dios Padre, sirviéndonos como nuestro Sumo Sacerdote perfecto al interceder por nosotros con Dios.
La Colecta: Oh Rey de gloria, Señor de los ejércitos, exaltado y triunfante encima de los cielos: Te suplicamos que no nos dejes huérfanos sin consuelo, sino que nos envíes el Espíritu de Verdad, prometido del Padre; porque tú vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
La Primera Lectura: Hechos 1:15-26 Los once apóstoles escogen a un reemplazo para Judas, cumpliendo con las profecías del Antiguo Testamento, mientras que esperan el don especial del Espíritu Santo que Cristo les había prometido.
15En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran como ciento veinte en número), y dijo: 16Varones hermanos, era necesario que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús, 17y era contado con nosotros, y tenía parte en este ministerio. 18Este, pues, con el salario de su iniquidad adquirió un campo, y cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron. 19Y fue notorio a todos los habitantes de Jerusalén, de tal manera que aquel campo se llama en su propia lengua, Acéldama, que quiere decir, Campo de sangre. 20Porque está escrito en el libro de los Salmos:
Sea hecha desierta su habitación,
Y no haya quien more en ella;
y:
Tome otro su oficio.
21Es necesario, pues, que de estos hombres que han estado juntos con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús entraba y salía entre nosotros, 22comenzando desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba, uno sea hecho testigo con nosotros, de su resurrección. 23Y señalaron a dos: a José, llamado Barsabás, que tenía por sobrenombre Justo, y a Matías. 24Y orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido, 25para que tome la parte de este ministerio y apostolado, de que cayó Judas por transgresión, para irse a su propio lugar. 26Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles.
El Salmo del Día: Salmo 8
Al músico principal; sobre Gitit. Salmo de David.
1 ¡Oh Jehová, Señor nuestro,
Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!
Has puesto tu gloria sobre los cielos;
2 De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza,
A causa de tus enemigos,
Para hacer callar al enemigo y al vengativo.
3 Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos,
La luna y las estrellas que tú formaste,
4 Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria,
Y el hijo del hombre, para que lo visites?
5 Le has hecho poco menor que los ángeles,
Y lo coronaste de gloria y de honra.
6 Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos;
Todo lo pusiste debajo de sus pies:
7 Ovejas y bueyes, todo ello,
Y asimismo las bestias del campo,
8 Las aves de los cielos y los peces del mar;
Todo cuanto pasa por los senderos del mar.
9 ¡Oh Jehová, Señor nuestro,
Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!
La Segunda Lectura: 1 Juan 4:13-21 Nosotros confiamos y vivimos en Dios el cual es amor. Por lo tanto, Dios quiere que nos amemos los unos a los otros. Si uno no ama a su prójimo, no está mostrando amor a Dios.
13En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu. 14Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. 15Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. 16Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. 17En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo. 18En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. 19Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. 20Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? 21Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.
El Versículo: ¡Aleluya! ¡Aleluya! Cristo habiendo resucitado de entre los muertos, no volverá a morir; ya la muerte no tiene dominio sobre él. ¡Aleluya! Nos os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. ¡Aleluya!
El Evangelio: Juan 17:11b-19 Nuestro Sumo Sacerdote pide por sus discípulos sabiendo que dentro de poco no iba a estar más con ellos físicamente. Por lo tanto, pide a su Padre celestial que los guarde y santifique por medio de su Palabra.
11Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. 12Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese. 13Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos. 14Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 15No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. 16No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 17Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. 18Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. 19Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.
DIOS NOS AYUDA A NO ENCAJAR
“Solo quiero que encaje.” Estas son las palabras de una madre exasperada que lo ha intentado todo por su hijo. No le va bien en la escuela. No tiene muchos amigos. A veces actúa un poco extraño. Realmente no pertenece. Y su mamá está preocupada por él. Quiere la mejor vida posible para su hijo, pero nada de lo que hace ayuda. Ella no tiene ninguna respuesta. Su hijo simplemente no encaja.
No creo que el miedo sea tan infrecuente en nuestra sociedad actual, ¿verdad? Nadie quiere sentir que no encaja. Claro, todos tenemos nuestros propios intereses y pasatiempos. Cosas que, si bien a la mayoría de la gente no les resultarían agradables, a nosotros sí nos gustan y no nos avergonzamos de ello. Pero todavía queremos sentir que pertenecemos, que tenemos un lugar en este mundo, que la gente nos aceptará. Pero Jesús, en su gran oración final antes de su crucifixión, ora para que podamos hacer exactamente lo contrario. Y con la ayuda de Dios, podemos orar lo mismo. Por el poder de su nombre, Dios nos ayuda a no encajar: nos mantiene a salvo del peligro y nos aparta para su mayor propósito.
El texto de nuestro sermón de esta mañana nos remonta al Jueves Santo. Jesús estaba sentado con sus discípulos al final de la cena y comenzó a orar a Dios. A esta oración se la ha llamado la oración de Jesús como sumo sacerdote, porque, en ella, Jesús está desempeñando las funciones de un sacerdote. Está intercediendo ante Dios a favor de su pueblo. Y las palabras de Jesús que tenemos hoy ante nosotros provienen del medio de esa oración.
Jesús le pide a Dios que les dé protección a sus discípulos. Dice: Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. Jesús le pide a Dios que proteja a sus seguidores para que sean uno, para que tengan unidad.
Y tiene sentido que Jesús le pidiera a Dios tal cosa si se considera la dificultad que los discípulos estaban a punto de soportar. Jesús se iba. Él mismo lo dice en esta oración, dice: Pero ahora voy a ti. Acabamos de celebrar la fiesta de la Ascensión el jueves. Y aunque el día pudo haber ido y venido sin que nos diésemos cuenta, los discípulos ciertamente lo notaron. 40 días después de que Jesús resucitó de entre los muertos, ya no estaba físicamente con ellos. Él era el cielo, se había ido. Y tenían trabajo que hacer, todo un mundo al que predicar el evangelio antes de que Jesús regresara.
Y entonces, un pedido de su protección para que tengan unidad tiene sentido, porque estaban a punto de ir a un mundo que los odiaba. Un mundo que odia su mensaje y todo lo que representan. El libro de los Hechos está lleno de historias de discípulos que predicaban fielmente la Palabra, sólo para ser encarcelados, golpeados o, en el caso de muchos de ellos, asesinados. Necesitaban la protección de Dios y la unidad que la acompañaba para permanecer fieles en un mundo al que no pertenecían, un mundo en el que no encajaban.
Porque esa tentación de encajar es fuerte, ¿no? ¿Cuántas canciones y películas tratan sobre alguien excluido o incomprendido? Cuando nuestros hijos van al colegio o a la universidad, ¿qué tan grande es ese deseo de ser normales y queridos? Cuando estamos en el trabajo o con nuestros amigos, sólo queremos ser respetados y apreciados, ¿no? Sabemos lo que es quedarse fuera. Esto duele. Nos hace sentir sin valor. Nos hace querer hacer todo lo posible para sentirnos incluidos y queridos. Y si Jesús, o mi fe, o ir a la iglesia son lo que me hacen no encajar, entonces tal vez esas cosas son las que elimino de mi vida para finalmente poder pertenecer.
Pero si nosotros, como cristianos, tratamos de encontrar nuestro sentido de pertenencia en las personas y en las relaciones que establecemos en este mundo, nos despojamos de la relación que tenemos con Dios. En nuestro intento de encajar, podemos quebrantar el segundo y el tercer mandamiento. Si sacrificamos el tiempo que dedicamos a la Palabra de Dios o a la iglesia para parecer más aceptables ante nuestros amigos o las personas con las que queremos asociarnos, nos estamos separando activamente de las promesas de Dios. Estamos cambiando la eternidad que nos fue ganada en la cruz por un bien temporal. Actuamos como si prefiriéramos soportar una eternidad en el infierno lejos de Dios que vivir con la incomodidad y el rechazo que conlleva ser cristiano.
Hermanos, no piensen que su Salvador no entiende. El diablo también tentó a Jesús con aceptación y respeto mundanos. Él no ignoraba que lo que nos pide a los cristianos que hagamos, estar separados de este mundo, es una tarea tremendamente difícil. Por eso, aquí en esta lectura, él está orando por nosotros.
Jesús le pide a Dios que nos dé protección para que tengamos unidad, y eso lo hace guardándonos en su nombre. El nombre de Dios es más que sólo los nombres que le damos, es la totalidad de todo lo que Él le ha revelado acerca de sí mismo. Todos sus nombres divinos, sí, pero todas sus descripciones también. Que es misericordioso, amoroso, poderoso y justo. Pero no sólo eso, el nombre de Dios por el cual recibimos esta protección es también todos sus actos maravillosos, incluyendo, lo más importante, todo lo que ha hecho para salvarnos.
Dios nos protege del peligro y el rechazo de este mundo al hacernos parte de su familia a través de su Hijo. Aunque merecemos ser agrupados en este mundo pecador, Dios envió a Jesús para soportar el sufrimiento que ese mundo pecador merece. Aunque podría haber venido a esta tierra y haber encontrado aceptación y pertenencia siguiendo los caminos del mundo, nunca cayó en esos pecados. En cambio, Jesús eligió una vida de rechazo y ridículo. Él, para nosotros, fue rechazado por sus amigos, su familia y sus compatriotas. Se le dio el rechazo final, la muerte de un criminal en la cruz. Y mediante ese sacrificio supremo, ganó para nosotros la unidad eterna y la pertenencia a la familia de Dios.
Y la protección que Dios nos da de todas las tentaciones que intentarían arrancarnos de esa unidad nos llega a través de su nombre, que encontramos en su Palabra. Porque, como dice Jesús en su oración, su palabra es verdad. La Palabra de Dios nos mantiene seguros en esta vida porque, a través de ella, nos conecta con la obra salvadora de Jesús. Y entonces, si tenemos que elegir entre encajar en este mundo pecaminoso o encajar en la familia de Dios, la elección es obvia. Con la ayuda de Dios, oramos con Jesús para que podamos aferrarnos a la protección que él nos brinda a través de su Nombre.
Pero eso no es todo por lo que oramos. Mientras Jesús ora en Jueves Santo para que Dios nos proteja por la verdad de su Nombre, también ora para que seamos santificados por esa misma verdad. Ahora bien, esa palabra, Santificar, se usa mucho en la iglesia, y muchas veces sin mucha explicación. Pero el significado básico de santificar es apartar. Hacer algo separado. Y esto es lo que Jesús le pide a Dios que haga por nosotros: no que nos ayude a encajar en el mundo, sino que nos ayude a separarnos para su propósito como sus hijos salvados.
Y, curiosamente, le pide a Dios que no nos saque del mundo. Él es muy específico al respecto. Para que participemos de su alegría, Jesús, aunque sabe que el mundo nos odiará, dice esto: No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No me sorprendería que todos nosotros en un momento u otro hubiéramos deseado que Dios nos llevara directamente al cielo en este mismo instante. Cuando la vida se vuelve difícil, o estamos luchando contra una enfermedad, un rechazo, un dolor o la edad, podemos pedirle a Dios que nos lleve a nuestro hogar celestial, el lugar en el que finalmente encajamos, para que ya no tengamos que sufrir como estamos.
Pero Jesús tiene trabajo para nosotros que hacer aquí. Él dice: Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. La gran comisión de Jesús es válida para nosotros hoy. Nosotros también debemos ir y hacer discípulos de todas las naciones. La gente de todo el mundo necesita conocer a su Salvador, y Jesús nos ha apartado para llevarles su mensaje. Y ese mundo nos odiará. La gente rechazará nuestro mensaje y nos rechazará. Nuestros amigos se reirán de nosotros. Nuestra familia nos dejará. Y es porque llevamos el nombre de Dios que nunca encontraremos pertenencia a este mundo.
Pero eso es porque no somos de este mundo. Jesús vuelve a decir: Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Nacemos en este mundo, pero no somos de él. No, a través de Jesús hemos sido apartados de este mundo y se nos ha dado ciudadanía en el cielo. A través de la obra salvadora de Jesús, él se distinguió como santo y perfecto en todos los sentidos, y nos ha otorgado esa perfección y santidad, aunque no las merezcamos. Y nos conecta con esas bendiciones en nuestro bautismo, dándonos un lavamiento de renacimiento y renovación por el Espíritu Santo, para que, escribe Pablo, justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.
Ese es el mensaje asombroso que Jesús quiere que compartamos con este mundo que nos odia. Cristo murió por todos, y nos envía a nosotros, que llevamos el nombre de Dios, al mundo para predicar ese mensaje salvador. Y a través de nosotros, a través de nuestra predicación de ese mensaje, él pone ese nombre en otros, para que ellos también puedan compartir las bendiciones que Dios ha planeado para ellos. Dios nos santifica, nos aparta para su servicio, para que con ellos podamos compartir juntos la alegría de nuestra pertenencia en Cristo.
Este mundo quiere que encajemos. Quiere que sigamos nuestros propios deseos y encontremos nuestro sentido de pertenencia en las cosas de este mundo. Pero en Jesús ya poseemos esa pertenencia. Encajamos en su familia porque él nos ha introducido en ella con su sangre. Y así con él, le pedimos a Dios que nos proteja con las promesas que nos da en su Nombre. Le pedimos que nos ayude a cumplir sus promesas mientras luchamos contra las tentaciones de este mundo. Y le pedimos que continúe separándonos para el servicio a él y a su Palabra, para que podamos tener la medida plena del gozo de Cristo dentro de nosotros. Todo esto te lo pedimos en el nombre de nuestro Señor santificado y resucitado, Amén.
Los Himnos:
Algunos himnos sugeridos:
Cantad al Señor:
26 El buen Jesús
27 ¡Cristo es mi alegría!
31 Manos cariñosas
80 A las montañas mis ojos con fe
81 Con Dios no temeremos
82 Bien sé en quien creo
83 Con qué paternal cariño
84 Cristo, buen pastor, orienta
85 No me abandones, Dios
86 Oh Cristo, nuestro gozo y bien
87 Oh, Dios eterno
88 Sublime gracia
Culto Cristiano:
78-81 Himnos para la Ascensión
159 Cristo Salvador
202 Oí la voz del Salvador
239 El rey de amor
240 En Jesucristo se halla paz
242 Jesús es mi pastor
245 Lejos de mi Padre Dios
246 Mi fe descansa en Ti
251 ¡Oh, que amigo nos es Cristo!
254 Firmes y adelante
257 Mirad y ved a nuestro Dios
272 Me guía Cristo con su amor
303 Dios os guarde siempre en santo amor
403 Estad por Cristo firmes
406 Luchad, luchad por Cristo
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