El decimocuarto domingo después de pentecostés

(Verde)

Tema del día: En las lecturas para esta mañana vemos que solamente hay dos formas en que se puede responder ante el evangelio: creerlo o rechazarlo.  Por medio de las promesas del evangelio, el Espíritu Santo da la fe salvadora, pero el hombre siempre tiene la habilidad para rechazar estas promesas. ¡Qué nunca rechacemos a Cristo, porque solamente en él tenemos la vida eterna!

La Colecta: Oh Dios todopoderoso, que conocerte es vida eterna: Concede que conozcamos sin dudar a tu Hijo Jesucristo, quien es el Camino, la Verdad y la Vida, a fin de que, siguiendo sus pasos, podamos caminar el camino que conduce a la vida eterna; por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

La Primera Lectura: Josué 24:1-2a,14-18 Josué reúne al pueblo de Israel para despedirse de ellos y animarles a seguir con Dios.  Presenta al pueblo dos opciones: seguir obedeciendo al Dios todopoderoso que los había sacado de Egipto, o servir a los dioses falsos de Canaán.  En este mundo solamente hay dos caminos por los cuales podemos andar: el camino de Dios o el camino del pecado.  (¡Tenga cuidado con este texto!  Josué no está enseñando “la teología de decisión.”)

1Reunió Josué a todas las tribus de Israel en Siquem, y llamó a los ancianos de Israel, sus príncipes, sus jueces y sus oficiales; y se presentaron delante de Dios. 2Y dijo Josué a todo el pueblo:

14Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová. 15Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová.

16Entonces el pueblo respondió y dijo: Nunca tal acontezca, que dejemos a Jehová para servir a otros dioses; 17porque Jehová nuestro Dios es el que nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre; el que ha hecho estas grandes señales, y nos ha guardado por todo el camino por donde hemos andado, y en todos los pueblos por entre los cuales pasamos. 18Y Jehová arrojó de delante de nosotros a todos los pueblos, y al amorreo que habitaba en la tierra; nosotros, pues, también serviremos a Jehová, porque él es nuestro Dios.

El Salmo del Día: Salmo 71

1En ti, oh Jehová, me he refugiado;

No sea yo avergonzado jamás.

2Socórreme y líbrame en tu justicia;

Inclina tu oído y sálvame.

3Sé para mí una roca de refugio, adonde recurra yo continuamente.

Tú has dado mandamiento para salvarme,

Porque tú eres mi roca y mi fortaleza.

4Dios mío, líbrame de la mano del impío,

De la mano del perverso y violento.

5Porque tú, oh Señor Jehová, eres mi esperanza,

Seguridad mía desde mi juventud.

6En ti he sido sustentado desde el vientre;

De las entrañas de mi madre tú fuiste el que me sacó;

De ti será siempre mi alabanza.

7Como prodigio he sido a muchos,

Y tú mi refugio fuerte.

8Sea llena mi boca de tu alabanza,

De tu gloria todo el día.

9No me deseches en el tiempo de la vejez;

Cuando mi fuerza se acabare, no me desampares.

10Porque mis enemigos hablan de mí,

Y los que acechan mi alma consultaron juntamente,

11Diciendo: Dios lo ha desamparado;

Perseguidle y tomadle, porque no hay quien le libre.

12Oh Dios, no te alejes de mí;

Dios mío, acude pronto en mi socorro.

13Sean avergonzados, perezcan los adversarios de mi alma;

Sean cubiertos de vergüenza y de confusión los que mi mal buscan.

14Mas yo esperaré siempre,

Y te alabaré más y más.

15Mi boca publicará tu justicia

Y tus hechos de salvación todo el día,

Aunque no sé su número.

16Vendré a los hechos poderosos de Jehová el Señor;

Haré memoria de tu justicia, de la tuya sola.

17Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud,

Y hasta ahora he manifestado tus maravillas.

18Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares,

Hasta que anuncie tu poder a la posteridad,

Y tu potencia a todos los que han de venir,

19Y tu justicia, oh Dios, hasta lo excelso.

Tú has hecho grandes cosas;

Oh Dios, ¿quién como tú?

20Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males,

Volverás a darme vida,

Y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra.

21Aumentarás mi grandeza,

Y volverás a consolarme.

22Asimismo yo te alabaré con instrumento de salterio,

Oh Dios mío; tu verdad cantaré a ti en el arpa,

Oh Santo de Israel.

23Mis labios se alegrarán cuando cante a ti,

Y mi alma, la cual redimiste.

24Mi lengua hablará también de tu justicia todo el día;

Por cuanto han sido avergonzados, porque han sido confundidos los que mi mal procuraban.

La Segunda Lectura: Efesios 5:21-31 En este mundo pecaminoso, la enseñanza de Dios en cuanto a los papeles del hombre y mujer es una tontería.  Por causa del egoísmo muchos de este mundo van a los extremos de machismo y feminismo.  Aquí Dios establece dos papeles armoniosos: la mujer ama y obedece a su esposo como la iglesia obedece a Cristo y el hombre ama a su esposa como Cristo amó a la iglesia, dando su vida por ella.  El orgullo y el egoísmo se oponen a esta doctrina de amor. ¡Qué el amor de Cristo nos anime a mostrar amor humilde a nuestros cónyuges!

21Someteos unos a otros en el temor de Dios. 22Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; 23porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. 24Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. 25Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, 26para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, 27a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. 28Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. 29Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, 30porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. 31Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.

El Versículo: ¡Aleluya! ¡Aleluya! Cristo Jesús abolió la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio. ¡Aleluya!

El Evangelio: Juan 6:60-69 Sólo hay dos respuestas ante las invitaciones del evangelio.  Por medio de las promesas del evangelio, el Espíritu Santo obra la fe en el corazón, pero el hombre siempre tiene la habilidad para rechazar a Cristo y sus promesas.  Vemos estas dos respuestas en el evangelio para esta mañana. Qué nosotros nunca rechacemos a Jesucristo, porque en el tenemos la vida eterna.

60Al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? 61Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende? 62¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero? 63El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. 64Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar. 65Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre.

66Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. 67Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? 68Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. 69Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

HERMANOS, LA DURA PALABRA FUE CONVERTIDA EN VIDA Y SALVACIÓN

La escuela y la iglesia tienen un gran parecido. Recordemos nuestros primeros días en la escuela, cuando los profesores nos pedían que nos presentáramos a los compañeros del salón de clase, y surgía la pregunta importante de ese tiempo: ¿Qué quieres ser en la vida? Comenzábamos a escuchar una y otra opción para «ser alguien en la vida», pero todos los oficios que mencionábamos no eran trabajos que pudiéramos llamar sencillos, ya que todos queríamos ser doctores, abogados, profesores, ingenieros, entre otros oficios de gran importancia. Esto mismo sucede en la iglesia cuando llegamos por primera vez: recibimos los primeros cursos para conocer más sobre la fe y convertirnos en miembros comulgantes. Queremos vivir con tanta obediencia a Dios que, en nuestra mente, no importa el obstáculo que podamos enfrentar. La Biblia llama a esto «el primer amor», y guiados por este amor prometemos vivir en esta fe hasta el día que partamos de este mundo. La similitud entre la escuela en sus inicios y la iglesia radica en que tenemos las mejores intenciones, pero con el tiempo nos damos cuenta de que todo lo que dijimos eran solo sueños. Tal vez no somos los profesionales que quisimos ser, y quizás hemos pensado en abandonar la fe, como muchos que conocemos lo han hecho. Y aquí está esta similitud: somos lo contrario de lo que queríamos y deseabamos ser.

El capítulo 6 de Juan es muy famoso por la alimentación de más de quince mil personas con dos peces y cinco panes. Estudiamos este milagro confiados y alegres al ver a nuestro Redentor demostrando ser cien por ciento hombre y cien por ciento Dios. Sin embargo, al día siguiente del milagro, muchos solo veían a Jesús como ese Mesías que vino a derrocar el imperio romano, a quitar el hambre, a dar salud a todos los enfermos, porque creían que este Mesías los convertiría nuevamente en una nación poderosa. Pero, al escudriñar bien este capítulo del Evangelio de Juan, aprendemos cómo Jesús usó este milagro para dar una enseñanza espiritual acerca de quién es Él: «Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás» (Juan 6:35). Estas palabras mostraron a los seguidores de Jesús que no era tan fácil seguirle; ellos creían que por solo estar a su lado nunca sufrirían en este mundo, pero en realidad, con estas palabras se dieron cuenta de lo difícil que es ser creyente. El pasaje de hoy nos muestra esto: «Al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?» (Juan 6:60). Luego, en versículos más adelante leemos: «Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con Él» (Juan 6:66).

Nosotros no podemos quedarnos como espectadores creyendo que solo el problema era de los que estaban allí con Jesús, incluyendo a sus discípulos que murmuraron entre ellos acerca del mensaje del Maestro. Nosotros en la fe hemos vivido, visto y leído palabras tan difíciles para nosotros que hacen que perdamos nuestro temor a Jehová. En los Hechos de los Apóstoles, la Palabra nos dice: «Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios» (Hechos 14:22). Y el Salmo 71 para este día nos muestra uno de los motivos por los cuales esta palabra es dura: «Porque mis enemigos hablan de mí, y los que acechan mi alma consultaron juntamente, diciendo: Dios lo ha desamparado; perseguidle y tomadle, porque no hay quien le libre» (Salmo 71:10-11).

Estamos sin empleo, sin dinero, nuestra salud cada día mengua, tenemos problemas con los hijos, nuestro hogar no refleja ser cristiano, y los enemigos espirituales o aquellos que, aun siendo hermanos en la fe, se dan cuenta de esta situación y lo primero que dicen, o llegamos a decir nosotros mismos, es: “Bien merecido que le sucedan estas cosas”. Creemos que Dios nos ha desamparado porque prestamos atención a las palabras de ellos y no a la Palabra de Dios, porque es duro leerla y asimilarla en ese momento, olvidando que esta tribulación es necesaria para nuestra fe y creyendo en las palabras de los enemigos que nos dicen: «Dios te desamparó». Esto solo muestra nuestra incapacidad de creer en la Escritura y pecamos contra el tercer mandamiento, olvidando la Palabra que habla de lo importante de las tribulaciones en nuestra vida de santificación.

El otro ejemplo que observamos en este día cuando decimos que la Palabra es dura para nosotros lo vemos en la carta a los Efesios. Seamos realistas y confesemos nuestra desobediencia a Dios en su Palabra y en el sexto mandamiento. Es muy difícil para nosotros cumplir los roles que Dios nos ha dado en el matrimonio. ¿Cuántas veces la esposa, por no someterse, ha dicho que su esposo es un machista? ¿Cuántas veces el esposo, por no conocer su papel, no ha tratado a la esposa como un vaso frágil? ¿Cuántos de nosotros y nuestros jóvenes han estado jugando con el sexo fuera del matrimonio? Esto muestra nuestra falta de sometimiento a Dios y entre nosotros mismos, y por esto merecemos la muerte eterna. En vez de usar la Palabra como lámpara para nuestro caminar, la despreciamos y no dejamos que nos guíe con su poder.

El peligro de no dejarnos guiar por la Palabra es regresar a la incredulidad de la que fuimos rescatados. Por esto, Jesús en este evangelio señaló la incredulidad de Judas y de otros que estaban allí; al igual que algunos del pueblo en los días de Josué, que prometieron adorar y seguir al Dios verdadero pero terminaron adorando a Baal y a otros dioses cananeos. Sin embargo, en este mismo evangelio encontramos la motivación de por qué necesitamos dejar de decir que la Palabra es dura y dejarnos guiar por ella. Esta motivación viene del cielo: Jesucristo, nuestro pan de vida. San Juan registró claramente las palabras de nuestro Señor: «El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida» (Juan 6:63). El Evangelio fue usado por el Espíritu Santo para darnos vida. Jesús es nuestra vida porque Él mismo es la Palabra, y por esto se llama el pan de vida.

Jesús, por amor a nosotros, nunca se dejó vencer por el diablo y sus tentaciones para evitar tribulaciones. Él las soportó todas: lloró por la muerte de Lázaro, sintió tristeza por la incredulidad de su pueblo, fue perseguido por lideres políticos y religiosos desde niño para ser asesinado, y con todo esto, nunca pecó. Siempre confió en la Palabra de su Padre, que Él era su Hijo, en quien Él se complacía en todo, para que nosotros fuéramos perdonados de todos nuestros pecados en contra del temor a Jehová. Pero aún podemos ver la confianza de Jesús en la misma Palabra cuando leemos en el Salmo 16:10: «Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción». Este versículo está relacionado con el sufrimiento y la muerte de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, quien fue a la cruz para pagar por cada uno de nuestros pecados y nunca se quedó en la tumba. Confió en que el Padre no permitiría la descomposición de su cuerpo, y por esto resucitó al tercer día, mostrando que venció la muerte, al diablo y al pecado.

Ahora, preguntémonos: ¿Qué palabra en la Biblia es dura para nosotros? Y he aquí la aplicación del mensaje de hoy para nuestras vidas. Cuando estamos batallando con un pasaje bíblico que nos parece una palabra dura, realmente es nuestro viejo hombre batallando con nuestro pecado. No peleemos con la Palabra de Dios, no pasemos por alto los versículos de la Palabra que creemos que son imposibles de aplicar a nuestra vida. Lo que necesitamos hacer es, en nuestra oración, pedir humildad cuando estamos frente a la Escritura y que se muestre todo su poder en nosotros. Porque, por la obra del Espíritu Santo, daremos la respuesta de Pedro, ya que no vamos a escapar de nuestra fe ni romper nuestra relación con la Escritura, no importando cual sea nuestra situación en este mundo. Jesús preguntó a sus discípulos si también ellos iban a abandonar la fe, y las palabras de Pedro nos identifican a nosotros: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (Juan 6:68-69).

Por esto, mis hermanos, es importante dejar que la Palabra mantenga en nosotros el temor a Jehová centrados en la obra de Jesús por cada uno de nosotros. Este temor no es de miedo, sino de reverencia y agradecimiento, lo cual nos lleva a dejar que cada versículo de la Biblia no sea una palabra dura en nuestras vidas, sino que hablemos en términos de Ley y Evangelio para nuestro beneficio. Al aprender a aplicar esta doctrina en nuestra vida, sabremos que Dios está con nosotros en todo momento: acompañando nuestra angustia, bendiciendo nuestro caminar con nuestro matrimonio y familia, manteniendo relaciones sanas y honestas con nuestros amigos y hermanos en la fe, cuidándonos para que el mundo no acabe con nuestra fe, y fortaleciendo nuestro nuevo hombre hasta que partamos de este mundo y estemos en su presencia por siempre, porque su Palabra nos ha dado vida y salvación. Amén.

Los Himnos:

Algunos himnos sugeridos:

Cantad al Señor:

17        De tal manera Dios amó

27        ¡Cristo es mi alegría!

28        El profundo amor de Cristo

30        Jesús es la roca

33        Soy el camino

47        A nadie amaré como a Cristo

48        Busca primero el reino de Dios

49        Con el buen Jesús andemos

51        Dios de gracia, Dios de gloria

53        Seguidme a mí, dice el Señor

55        Serviremos al Señor

Culto Cristiano:

128      Un solo fundamento

131      Firme en la roca eterna y fiel

135      De la iglesia el fundamento

202      Oí la voz del Salvador

203      ¿Oyes como el evangelio?

219      Roca de la eternidad

245      Lejos de mi Padre Dios

246      Mi fe descansa en ti

253      A los pies de Jesucristo

254      Firmes y adelante

257      Mirad y ved

× ¿Cómo podemos ayudarte?