El decimoquinto domingo después de pentecostés

(Verde)

Tema del día: Las lecturas para esta mañana hablan de la suficiencia de la Palabra de Dios.  En su Palabra, Dios nos dice todo lo que quiere que sepamos de él y su voluntad.  Si agregamos o quitamos algo de ella, estamos pecando contra él y poniendo en peligro nuestra salvación.

La Colecta: Oh Señor omnipotente, Autor y Dador de todo lo bueno: Implanta en nuestros corazones el amor hacia tu nombre, aumenta entre nosotros la verdadera religión, aliméntanos con toda bondad, y haz brotar en nosotros el fruto de las buenas obras; por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, siempre un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

La Primera Lectura: Efesios 6:10-20 La Palabra de Dios es una parte integral de nuestra armadura en la guerra contra el diablo y el pecado.  Es el poder de Dios que nos da la fe salvadora y nos da fuerza en nuestra lucha.  Solamente armados con la armadura de Dios vamos a poder en nuestra lucha diaria contra el diablo y el pecado.

10Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. 11Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. 12Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. 13Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. 14Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, 15y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. 16Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. 17Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; 18orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; 19y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio, 20por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.

El Salmo del Día: Salmo 119 III

Guímel

17Haz bien a tu siervo; que viva,

Y guarde tu palabra.

18Abre mis ojos, y miraré

Las maravillas de tu ley.

19Forastero soy yo en la tierra;

No encubras de mí tus mandamientos.

20Quebrantada está mi alma de desear

Tus juicios en todo tiempo.

21Reprendiste a los soberbios, los malditos,

Que se desvían de tus mandamientos.

22Aparta de mí el oprobio y el menosprecio,

Porque tus testimonios he guardado.

23Príncipes también se sentaron y hablaron contra mí;

Mas tu siervo meditaba en tus estatutos,

24Pues tus testimonios son mis delicias

Y mis consejeros.

La Segunda Lectura: Marcos 7:1-8,14-15,21-23 Aquí Cristo regaña a los que en su celo agregan leyes a la Palabra de Dios.  Los que lo hacen, muestran el orgullo en sus corazones.  Para tener la motivación correcta para obedecer la ley, hay que primero ver las promesas consoladoras del evangelio.  Obedecemos la ley de Dios para agradecerle por la salvación que nos da, y entonces, con corazones agradecidos, vamos a querer obedecer nada más y nada menos de lo que Dios nos dice en su Palabra.

1Se juntaron a Jesús los fariseos, y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalén; 2los cuales, viendo a algunos de los discípulos de Jesús comer pan con manos inmundas, esto es, no lavadas, los condenaban. 3Porque los fariseos y todos los judíos, aferrándose a la tradición de los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen. 4Y volviendo de la plaza, si no se lavan, no comen. Y otras muchas cosas hay que tomaron para guardar, como los lavamientos de los vasos de beber, y de los jarros, y de los utensilios de metal, y de los lechos. 5Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas? 6Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito:

Este pueblo de labios me honra,

Mas su corazón está lejos de mí.

            7          Pues en vano me honran,

Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.

8Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.

14Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended: 15Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre.

21Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, 22los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. 23Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.

El Versículo: ¡Aleluya! ¡Aleluya! Cuando se presentaban tus palabras, yo las comía; tus palabras eran para mí el gozo y la alegría de mi corazón. ¡Aleluya!

Texto Sermón

Deuteronomio 4:1-2,6-8 Dios toma muy en serio su Palabra entera, ley y evangelio, y no quiere que agreguemos ni quitemos nada de ella.

1Ahora, pues, oh Israel, oye los estatutos y decretos que yo os enseño, para que los ejecutéis, y viváis, y entréis y poseáis la tierra que Jehová el Dios de vuestros padres os da. 2No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno.

6Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta. 7Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? 8Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?

EL ESPIRITU SANTO HACE QUE SEAMOS UN  PUEBLO SABIO Y ENTENDIDO

Los desfiles militares son utilizados con dos propósitos. El primero es celebrar las fiestas patrias, que siempre están conectadas con la identidad del país que fue liberado de un imperio que lo conquistó. El otro propósito tiene que ver con mostrar a los países vecinos qué clase de armamento se posee, para que piensen dos veces antes de meterse con dicho país. Las fuerzas militares, cuando entienden que su propósito es servir al pueblo y no a dictadores o gobernantes que se creen exclusivos, están cumpliendo con su deber de cuidar a los ciudadanos de su país, cumpliendo así el cuarto mandamiento, donde Dios usa a las autoridades para mantener el orden y la tranquilidad dentro de una nación.

En la Dogmática aprendemos que pertenecemos a dos naciones: el país de donde somos y el reino de los cielos. Es interesante entender que el reino de los cielos está por encima de cualquier reino en este mundo, porque el Rey, quien es Dios, es el gobernante que está por encima de todos y es quien pone y quita a los gobernantes en este mundo. Los ciudadanos de este reino, los creyentes, es decir, cada uno de nosotros, por la obra del Espíritu Santo, hemos sido hechos un pueblo sabio y entendido. Esto siempre está unido a la Palabra de Dios, ya que la verdadera sabiduría proviene de las Escrituras. ¿Cómo es nuestra relación con la Palabra de Dios? El tercer mandamiento, santificarás el día de reposo, nos enseña: debemos temer y amar a Dios para no despreciar la predicación y su Palabra, sino respetarla piadosamente, escucharla y aprenderla con gusto. Aquí necesitamos notar cómo es la Palabra de Dios. El libro de Proverbios 30:5-6 nos dice: «5Toda palabra de Dios es limpia; Él es escudo a los que en él esperan. 6No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso». La Palabra es limpia, es decir, no tiene errores en su mensaje. Hoy en día, lastimosamente, hay un crecimiento de ideas en cristianos que quieren imponer una versión de traducción de la Biblia porque, a su parecer, es la más fiel a los idiomas originales. Lo que muchos de ellos desconocen es que no importa cuál traducción sea usada; lo importante es la interpretación que hacemos del mensaje plasmado en esa traducción. Es aquí donde necesitamos de la sabiduría del Espíritu Santo, porque de nada vale tener una traducción tomada palabra por palabra de los originales si el mensaje que se predica es diferente a lo que Dios dijo. Así es como pecamos contra el tercer mandamiento al dar un sentido contrario a lo que dice la Escritura, invalidando la Palabra de Dios con nuestra tradición, como Jesús dijo en Marcos 7:13: «Y muchas cosas hacéis semejantes a estas».

La enseñanza que más interpretaciones ha tenido es la Salvación. La iglesia de Roma tiene sus propias traducciones de la Escritura y enseñan las obras que necesitamos hacer para ser salvos. Las iglesias reformadas usan la versión que mayormente usamos todos los que no somos católicos romanos, la Reina-Valera 1960, pero la interpretación de la Biblia se basa en las cosas que debemos dejar de hacer para ser salvos. Sin embargo, nosotros también pecamos contra el tercer mandamiento al ir en contra de las palabras de Moisés en nuestro pasaje para hoy, inspirado por el Espíritu Santo: «No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios que yo os ordeno» Deuteronomio 4:2. No solo se añade o se disminuye a la Palabra de Dios interpretando la Escritura movidos por la razón, sino que también la ignoramos cuando no guardamos los mandamientos de Dios, y esto sucede por nuestro pecado. Basta con ver qué hay en nuestro corazón. Nuestro Señor nos dice: «21Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, 22los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. 23Todas estas maldades de dentro salen y contaminan al hombre» Marcos 7:21-23. Cada vez que le damos prioridad al pecado, estamos invalidando y ensuciando la Palabra de Dios. Cada pecado que cometemos es una interpretación diferente de los mandamientos dados por Dios, porque cambiamos el «No» por el «Sí». Dios nos muestra en ellos cómo debemos vivir, pero nuestra carne dice: «somos pecadores y siempre pecaremos». Esta es la excusa que el viejo hombre usa para no dejarnos guiar por la Palabra de Dios. Es por esto que no merecemos ir al cielo ni ser perdonados; por ir en contra del primer mandamiento merecemos el castigo eterno en el infierno.

Una de las cosas que necesitamos confesar hoy es que invalidamos la Palabra de Dios con nuestros pensamientos, palabras y obras. Cada vez que vemos los mandamientos de Dios, nos damos cuenta de nuestra imposibilidad de salvarnos por medio de ellos. Es por esto que damos gracias a Dios por Jesús, cuyo propósito claro al venir a este mundo fue cumplir toda la Palabra de Dios en toda su plenitud. Nuestro Salvador nunca dio una interpretación a la Biblia a su parecer porque Él mismo es la Palabra de Dios, porque Él mismo vivió bajo ella perfectamente. Nunca añadió ni quitó nada de la Palabra, y por esto Pedro, inspirado por el Espíritu Santo, dijo: «el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca» 1 Pedro 2:22. Reconocemos que somos mentirosos al cambiar el sentido de la Palabra de Dios en nuestras vidas, pero Jesús nunca mintió, habló perfectamente la verdad por amor a cada uno de nosotros, y por esto hoy vivimos en la dicha del perdón. Jesús no solo cumplió la Palabra perfectamente al predicarla, sino que también la cumplió al ir a la cruz. La misma Escritura nos dice a través del profeta Isaías: «Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados» Isaías 53:5. Vemos cómo todo el Nuevo Testamento relata el sufrimiento y muerte de Jesús. El castigo que recibió como un vil criminal lo sufrió para que nosotros fuéramos librados del castigo eterno, y por esto el sacrificio de Jesús es nuestra paz. Ya no somos enemigos del Padre en los cielos porque Jesús, al morir por nuestros pecados, nos dio lo que más necesitamos: vida eterna y salvación.

Conectados con la fe en Jesús gracias a la Palabra de Dios, el Espíritu Santo hace que vivamos guiados por ella, como nos enseña el catecismo: debemos temer y amar a Dios para no despreciar la predicación y su Palabra, sino respetarla piadosamente, escucharla y aprenderla con gusto. Desde hoy, dejemos que sea ella quien nos guíe. Dejemos que sea el Espíritu Santo quien nos use como sal y luz en este mundo, porque Dios muestra en nosotros su poder por medio de la Palabra. En medio de la tentación, la oración nos fortalece, pidiéndole a Dios que se cumpla lo que oramos en el Padre Nuestro: «no nos dejes caer en tentación y líbranos de todo mal». De esta manera, usamos los mandamientos como guía. No podemos jugar con nuestro perdón y salvación, abusando de la gracia, puesto que la salvación se puede perder cuando olvidamos el amor y agradecimiento hacia Dios en nuestras vidas. El pueblo de Israel olvidó esto cuando entró en la tierra prometida. Nosotros, que ahora formamos parte del pueblo de Dios, mostramos en nuestras vidas que estamos conectados con la Palabra de Dios siendo un pueblo sabio y entendido, dejémonos guiar por Dios como lo hizo el pueblo de Israel, tal como Pablo escribió: «No quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube, y todos pasaron el mar; que todos, en unión con Moisés, fueron bautizados en la nube y en el mar, todos comieron el mismo alimento espiritual y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía. Esa roca era Cristo» 1 Corintios 10:1-4. Por esto, demos gracias a nuestro Dios por todos los beneficios espirituales que tenemos, como la relación estrecha con su Palabra. Nuestros padres cristianos nos conectaron con Jesús desde niños, y nosotros, como padres, hemos conectado a nuestros hijos con Jesús desde el día de su bautismo. Demos gracias a Dios que tenemos lugares para adorar a nuestro Dios, no solo en los servicios divinos, sino también desde nuestra habitación al abrir la Biblia y orar para que el Espíritu Santo viva en nosotros y no se aparte de nosotros. Por esto, hermanos, demos gracias a Dios que todo lo que tiene que ver con nuestra vida espiritual solo depende de Dios, y nos ha dado su Palabra para mantenernos conectados con Él en este mundo. Es la armadura de Dios la que muestra su poder frente a nuestros enemigos: el pecado, el mundo y Satanás, como Pablo lo enseña en Efesios 6:13-17: «13Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. 14Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, 15y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. 16Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. 17Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios». Amén.

Los Himnos:

Algunos himnos sugeridos:

Cantad al Señor:

38        Tu Palabra es mi cántico

48        Busca primero el reino de Dios

49        Con el buen Jesús andemos

107      El Señor es mi luz

Culto Cristiano:

109      Sosténnos firmes, ¡oh Señor!

110      ¡Luz brillante, dulce y pura!

111      ¡Oh Dios! Tu Verbo santo

112      Padre, tu Palabra

113      Preciosa herencia

114      Sabia, justa y toda pura

115      Tu Palabra, ¡oh Santo Dios!

116      Tu Palabra, ¡oh Padre santo!

254      Firmes y adelante (segunda lectura)

296      Después, Señor, de haber tenido aquí

301      La Palabra hoy sembrada

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