Reacciones descubiertas-Ama a tus enemigos; vence el mal con el bien.

Tema del Día

Lo que Jesús comenzó en el Evangelio de la semana pasada continúa esta semana. Del mismo modo que necesitamos una reorientación completa en nuestra vida interior, individual, como cristianos (tema del domingo pasado), necesitamos lo mismo en nuestra vida exterior, comunitaria, como cristianos (nuestro tema para hoy). Las lecturas de esta semana nos enseñan acerca de nuestras interacciones con los demás.

Oración del día

Padre celestial, mantén a tu familia continuamente en la verdadera fe, para que los que sólo confían en la esperanza de tu gracia celestial sean protegidos por tu poderoso poder; por tu Hijo, Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y siempre. Amén

Primera lectura: Génesis 45:3-15

No es ninguna sorpresa si tenemos en cuenta que el tema central de la historia de José está tan estrechamente ligado al tema central de toda la Biblia. La historia de José muestra cómo Dios vence el mal con el bien. Ese tema central no está mejor destilado que en estos versículos.

3Y dijo José a sus hermanos: Yo soy José; ¿vive aún mi padre? Y sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de él.

4Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. 5Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros. 6Pues ya ha habido dos años de hambre en medio de la tierra, y aún quedan cinco años en los cuales ni habrá arada ni siega. 7Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. 8Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto. 9Daos prisa, id a mi padre y decidle: Así dice tu hijo José: Dios me ha puesto por señor de todo Egipto; ven a mí, no te detengas. 10Habitarás en la tierra de Gosén, y estarás cerca de mí, tú y tus hijos, y los hijos de tus hijos, tus ganados y tus vacas, y todo lo que tienes. 11Y allí te alimentaré, pues aún quedan cinco años de hambre, para que no perezcas de pobreza tú y tu casa, y todo lo que tienes. 12He aquí, vuestros ojos ven, y los ojos de mi hermano Benjamín, que mi boca os habla. 13Haréis, pues, saber a mi padre toda mi gloria en Egipto, y todo lo que habéis visto; y daos prisa, y traed a mi padre acá. 14Y se echó sobre el cuello de Benjamín su hermano, y lloró; y también Benjamín lloró sobre su cuello. 15Y besó a todos sus hermanos, y lloró sobre ellos; y después sus hermanos hablaron con él.

Salmo 103

La Iglesia canta el Salmo 103 en los servicios que hacen hincapié en que Jesús perdona nuestros pecados y nos da confianza y fuerza contra el diablo y el mundo. Comienza de la misma manera que el Salmo 104, y ambos se cuentan entre los salmos más reconfortantes del Salterio.

Martín Lutero dijo: «El Salmo 103 es un salmo de agradecimiento. Hermoso y bien elaborado, da gracias a Dios por toda su bondad. Él perdona nuestros pecados, nos provee de cuerpos y almas sanos, nos satisface con toda clase de bienes, nos da alegría y confianza, y nos libra de enemigos y males. Todo esto sucede a través de Cristo, que fue prometido precisamente por esta razón, y ya ha llegado».

Salmo de David.

1Bendice, alma mía, a Jehová,

Y bendiga todo mi ser su santo nombre.

2Bendice, alma mía, a Jehová,

Y no olvides ninguno de sus beneficios.

3El es quien perdona todas tus iniquidades,

El que sana todas tus dolencias;

4El que rescata del hoyo tu vida,

El que te corona de favores y misericordias;

5El que sacia de bien tu boca

De modo que te rejuvenezcas como el águila.

6Jehová es el que hace justicia

Y derecho a todos los que padecen violencia.

7Sus caminos notificó a Moisés,

Y a los hijos de Israel sus obras.

8Misericordioso y clemente es Jehová;

Lento para la ira, y grande en misericordia.

9No contenderá para siempre,

Ni para siempre guardará el enojo.

10No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades,

Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.

11Porque como la altura de los cielos sobre la tierra,

Engrandeció su misericordia sobre los que le temen.

12Cuanto está lejos el oriente del occidente,

Hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones.

13Como el padre se compadece de los hijos,

Se compadece Jehová de los que le temen.

14Porque él conoce nuestra condición;

Se acuerda de que somos polvo.

15El hombre, como la hierba son sus días;

Florece como la flor del campo,

16Que pasó el viento por ella, y pereció,

Y su lugar no la conocerá más.

17Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen,

Y u justicia sobre los hijos de los hijos;

18Sobre los que guardan su pacto,

Y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra.

19Jehová estableció en los cielos su trono,

Y su reino domina sobre todos.

20Bendecid a Jehová, vosotros sus ángeles,

Poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra,

Obedeciendo a la voz de su precepto.

21Bendecid a Jehová, vosotros todos sus ejércitos,

Ministros suyos, que hacéis su voluntad.

22Bendecid a Jehová, vosotras todas sus obras,

En todos los lugares de su señorío.

Bendice, alma mía, a Jehová.

Segunda lectura: Romanos 12:14-21

La última parte de la carta de Pablo a los Romanos aborda diversos aspectos de la vida cristiana. Pablo la introduce con palabras que sirven de título apropiado para toda la sección. En primer lugar, la vida cristiana es una respuesta a la misericordia que Dios nos ha mostrado en Jesucristo (Romanos 12:1). En segundo lugar, la vida cristiana exige una transformación completa de nuestra forma de pensar y actuar por naturaleza (Romanos 12:2).

14Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. 15Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. 16Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. 17No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. 18Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. 19No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. 20Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. 21No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.

Evangelio: Lucas 6:27-38

Si las bendiciones y maldiciones de Jesús (Lucas 6:20-26, Epifanía 6) parecían retrospectivas, la forma en que Jesús quiere que reaccionemos ante el mal también lo parece. En nuestras interacciones con los demás, Jesús nos llama a no tener en cuenta lo que la gente se merece. Nos llama a hacer el bien a los demás, independientemente de lo que nos hayan hecho y de que no puedan devolvernos el favor.

27Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; 28bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. 29Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. 30A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva. 31Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos.

32Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. 33Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. 34Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. 35Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos. 36Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.

37No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. 38Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.

LA EPIFANÍA DE JESÚS NOS GUIA EN NUESTRA VIDA DE CRISTIANOS

“Esto no lo hace un cristiano”, “los hijos de Dios no viven así”, estas dos frases las escuchamos con frecuencia cuando un cristiano está muy sorprendido por un pecado que ocurrió en su congregación o en su hogar. Muchos cristianos creen que en la vida de todos nosotros no pasan cosas en las cuales actuamos como si fuéramos incrédulos. Es verdad que tanto en el antiguo como en el nuevo testamento Dios quiere que su pueblo viva diferente en este mundo, y esta manera de vivir es motivada por el evangelio, por la obra que Cristo hizo por cada uno de nosotros, Sin embargo, encontramos que, lamentablemente, no es así.

En Génesis capítulo 34 tenemos una historia donde el pecado predominó en el pueblo de Dios. Todo se originó por la violación de Dina, hija de Jacob y Lea. Siquem hijo de Hamor deshonró a Dina, pero se enamoró de ella y quiso que su padre arreglara todo con Jacob. Cuando el patriarca y su familia se enteraron de esto, no actuaron como pueblo de Dios. Aunque podemos pensar que estas palabras que dijo Jesús en el sermón del monte no habían sido predicadas, ellos sabían por la ley escrita en su corazón cual era la voluntad de Dios en sus vidas. Jesús dijo: 27Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; 28bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. Esto es lo que se esperaba que hicieran los hijos de Jacob, que también eran hijos de Dios, al darse cuenta de la violación de Dina estaban llamados hacer el bien, a bendecir y orar. Pero la historia bíblica nos dice que ellos hicieron un convenio con la familia de Siquem para aprobar el matrimonio, todo parecía muy fácil y tranquilo, solamente ellos tenían que circuncidarse. Pero la biblia nos cuenta como el pueblo de Dios usó la Gracia de Dios para engañar y la venganza fue la respuesta de ellos para solucionar esta situación, por esto la biblia nos dice: 25sucedió que al tercer día, cuando sentían ellos el mayor dolor, dos de los hijos de Jacob, Simeón y Leví, hermanos de Dina, tomaron cada uno su espada, y vinieron contra la ciudad, que estaba desprevenida, y mataron a todo varón. 26Y a Hamor y a Siquem su hijo los mataron a filo de espada; y tomaron a Dina de casa de Siquem, y se fueron. 27Y los hijos de Jacob vinieron a los muertos, y saquearon la ciudad, por cuanto habían amancillado a su hermana. 28Tomaron sus ovejas y vacas y sus asnos, y lo que había en la ciudad y en el campo, 29y todos sus bienes; llevaron cautivos a todos sus niños y sus mujeres, y robaron todo lo que había en casa. Estamos escuchando esta historia como espectadores, pero ¿Qué de nosotros? ¿Cómo ha sido nuestro comportamiento cuando estamos en problemas en este mundo? Estas dos preguntas revelan nuestro pecado, porque nuestra carne tiene este eslogan: “uno debe hacerles daño a sus enemigos y ayudar a sus amigos”

Dios quiere que seamos diferentes a lo que el mundo es. Sin embargo, cuando se daña el matrimonio, nuestra respuesta también ha sido la venganza queriendo quitar todos los derechos a nuestra antigua pareja. Cuando un amigo no devuelve el préstamo que le hicimos buscamos a maleantes para que le cobren este dinero. Cuando tenemos problemas con un vecino, vamos hasta las últimas consecuencias porque primero son nuestros derechos. En nuestras congregaciones, somos conocidos como los más tranquilos y agradables para conversar, pero esto solo es así mientras no se metan en nuestra vida con cosas que no toleramos. Nos creemos más justos que otros y lanzamos expresiones como: “detesto a los mentirosos” “odio a los infieles” “no estoy con los corruptos” pero estas frases solo muestran nuestra hipocresía, porque en nuestra relación con el prójimo hemos sido mentirosos, infieles y corruptos. Hemos pecado contra nuestro Dios, hemos burlado su nombre con nuestro comportamiento y nos hemos burlado de su Palabra y promesas con nuestro pecado. Por esto, merecemos ir al infierno por toda la eternidad.

Las palabras de Jesús en este evangelio para hoy, muestra cómo necesita ser nuestra vida de santificación, pero es imposible para nosotros poder actuar de esta manera siempre. Sin embargo, aquí encontramos el sentido de ser llamados hijos de Dios. Nuestro Señor Jesucristo quien predicó este sermón, vivió perfectamente guiado por la misericordia de Dios. Muchas veces estuvo dentro del templo o una sinagoga con sus enemigos, los fariseos, Jesús los amó mostrando su pecado para que se arrepintieran. Cuando estaba siendo preparado para ser crucificado, los soldados jugando se repartieron sus vestidos, sólo Jesús guardó silencio y aplicó todas estas palabras en la peor situación que vivió en su naturaleza humana: humillado, torturado, con clavos en sus manos y pies sosteniéndolo en el madero y solo dijo: “Padre perdónales porque no saben lo que hacen”. Mis hermanos en Cristo, gracias a Dios por Jesús, quien vino a este mundo a Salvarnos y nos dejó al Espíritu Santo para que hoy nosotros consideremos estas palabras seriamente para nuestra vida de Santificación.

El Espíritu Santo nos lleva en dirección contraria es este mundo hostil, todos estos ejemplos que Jesús nos da para aplicarlos realmente en nuestra vida está fundamentado en estas palabras: 31Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. 36Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. Jesús explicó en estas palabras que el Padre Altísimo es benigno con los ingratos y malos, es decir con nosotros, ahora Él quiere que mostremos todo este amor al prójimo, al enemigo, a aquel que nos aborrece, que nos maldice y que nos calumnia. Jesús no está dándonos aquí una fórmula mágica para nuestra vida o nuevos mandamientos que cumplir, Él nos dice como espera que nosotros vivamos y esto lo podemos hacer porque el Espíritu Santo está dentro de nosotros. La tercera persona de la Trinidad, que es Dios, nos guía en este mundo llevándonos a usar el resumen de la segunda tabla de la Ley: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” como nuestro sentido de vida. Por esto en los momentos difíciles necesitamos recordar estos versículos, en el Antiguo Testamento los judios escribían la ley en todas partes para no olvidarla, aún en sus vestidos llevaban estas palabras. Nosotros necesitamos llevarlas en nuestro corazón porque el amor ágape hace que en medio de los problemas pongamos la otra mejilla, esto hace que en medio del problema reflexionemos en lo que decimos o vamos hacer, necesitamos dejar de juzgar, de criticar en todo momento la vida de los demás, amemos y hagamos el bien hacia todo aquel que nos desea o hace el mal a cada uno de nosotros, cada vez que sirvamos a alguien hagámoslo sin esperar nada a cambio y recordemos nuestra generosidad para con todos, es por esto que Jesús habla al final de estas palabra en terminos de comerciante: 38Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir.

¿Esto lo podemos hacer? Sí, José, un personaje del antiguo testamento, era un hombre pecador igual que nosotros, pero perdonó el mal que le hicieron sus hermanos, ¡nosotros también lo podemos hacer! Pablo nos dice que tengamos cuidado con nuestra propia opinión y nosotros aprendemos a dejar todo en manos de Dios, Él si tiene la medida perfecta para todo lo que hacemos porque hay que dejar la venganza en sus manos porque es más justo que nosotros y el salmo para hoy nos enseña a usar en nombre de Dios bendiciéndole en todo momento porque tenemos un motivo de agradecimiento: 3El es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; 4El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias. Es por esto hermanos que amemos, perdonemos y oremos porque esto es lo que es la vida de cada uno como cristianos guiados por la Epifanía de nuestro Señor Jesucristo. Amén

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