Transfiguración de Nuestro Señor

Gloria descubierta: cuando está más oculta, es cuando más se muestra.

Tema del Día

La escena en la montaña donde termina la Epifanía es sorprendentemente similar a la del río Jordán donde comenzó. Se muestra la gloria de Cristo como Hijo amado de Dios. Cuando la gloria de Dios está más oculta, es cuando más se muestra. Esta sorprendente lección cierra el tiempo de Epifanía y prepara a los discípulos de Jesús para lo que les espera.

Oración del día

Oh Dios, en la gloriosa transfiguración de tu Hijo unigénito, confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de Moisés y Elías, y en la voz que salió de la nube luminosa, prefiguraste nuestra adopción como hijos tuyos. Por tu misericordia, haznos coherederos de gloria con Jesús, nuestro Rey, y llévanos por fin al cielo; por tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y siempre.

Primera lectura: Éxodo 34:29-35

Cuando Moisés bajó del monte Sinaí después de recibir esta alianza del Señor, su rostro estaba radiante. Reflejaba la gloria del Dios con quien había estado hablando. Estos versículos nos enseñan dos características importantes de la gloria de ese pacto de dos caras. Primero, causó que el pueblo tuviera miedo. Moisés tuvo que insistir en que los líderes y luego toda la comunidad se acercaran para escuchar los términos de este pacto. En segundo lugar, la gloria del antiguo pacto no duró. Después de comunicar al pueblo lo que el Señor le había comunicado, Moisés se puso un velo sobre el rostro. Lo hizo para evitar que vieran la gloria a medida que se desvanecía.

29Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios. 30Y Aarón y todos los hijos de Israel miraron a Moisés, y he aquí la piel de su rostro era resplandeciente; y tuvieron miedo de acercarse a él. 31Entonces Moisés los llamó; y Aarón y todos los príncipes de la congregación volvieron a él, y Moisés les habló. 32Después se acercaron todos los hijos de Israel, a los cuales mandó todo lo que Jehová le había dicho en el monte Sinaí. 33Y cuando acabó Moisés de hablar con ellos, puso un velo sobre su rostro. 34Cuando venía Moisés delante de Jehová para hablar con él, se quitaba el velo hasta que salía; y saliendo, decía a los hijos de Israel lo que le era mandado. 35Y al mirar los hijos de Israel el rostro de Moisés, veían que la piel de su rostro era resplandeciente; y volvía Moisés a poner el velo sobre su rostro, hasta que entraba a hablar con Dios.

Salmo 2

La Iglesia canta el Salmo 2 en los servicios que subrayan la relación del Padre y el Hijo. El Hijo gobierna con la misma autoridad que el Padre, incluso cuando los gobernantes intentan frustrar el gobierno de Dios. El Nuevo Testamento cita con frecuencia este salmo como aplicable a Cristo, el Hijo de David. Martín Lutero dijo: «El Salmo 2 es una profecía de cómo Cristo sufrirá y se convertirá en rey y Señor de todo el mundo. Este salmo promete que los que creen en Cristo serán bendecidos. Por medio de Cristo, Dios nos ha liberado del pecado, la muerte y el infierno, y nos ha llevado a la vida eterna. Esta es la bendición por la que oramos en la Segunda Petición del Padre Nuestro: que venga su rey».

1¿Por qué se amotinan las gentes,

Y los pueblos piensan cosas vanas?

2Se levantarán los reyes de la tierra,

Y príncipes consultarán unidos

Contra Jehová y contra su ungido, diciendo:

3Rompamos sus ligaduras,

Y echemos de nosotros sus cuerdas.

4El que mora en los cielos se reirá;

El Señor se burlará de ellos.

5Luego hablará a ellos en su furor,

Y los turbará con su ira.

6Pero yo he puesto mi rey

Sobre Sion, mi santo monte.

7Yo publicaré el decreto;

Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú;

Yo te engendré hoy.

8Pídeme, y te daré por herencia las naciones,

Y como posesión tuya los confines de la tierra.

9Los quebrantarás con vara de hierro;

Como vasija de alfarero los desmenuzarás.

10Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes;

Admitid amonestación, jueces de la tierra.

11Servid a Jehová con temor,

Y alegraos con temblor.

12Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino;

Pues se inflama de pronto su ira.

Bienaventurados todos los que en él confían.

Segunda lectura: 2 Corintios 3:7-18

Los oponentes de Pablo en Corinto, los llamados super apóstoles, esperaban que la gloria del ministerio de una persona fuera obvia. Esto hizo que pensaran poco de Pablo. Nada acerca de este mensajero, su mensaje o sus efectos parecía ser glorioso en absoluto. Pablo sabía que la gloria oculta del nuevo pacto no era un defecto, sino una característica. Aunque la gloria del antiguo pacto se desvanecía, los israelitas tenían demasiado miedo como para mirarla fijamente. La gloria del nuevo pacto es mucho mayor.

 7Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer, 8¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu? 9Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación. 10Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente. 11Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece.

12Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza; 13y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido. 14Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. 15Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. 16Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. 17Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. 18Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.

Evangelio: Lucas 9:28-36

Con palabras y acciones poderosas, Jesús se reveló a sus discípulos. Mientras las multitudes seguían teniendo diversas opiniones sobre Jesús, Pedro y el resto de los Doce sabían la verdad. Jesús era el Mesías de Dios. Sin embargo, ahora Jesús había llegado a un punto de inflexión en su ministerio. Comenzó a revelar el camino que le esperaba. Sería rechazado, hecho sufrir muchas cosas, ser muerto y luego resucitar.

28Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. 29Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente. 30Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías; 31quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén. 32Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él. 33Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía. 34Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube. 35Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd. 36Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.

ASÍ ES CÓMO SE VE LA VERDADERA GLORIA

Hermanos en Cristo, ¿qué significa la verdadera gloria para ustedes? En este mundo, la verdadera gloria se ve en un deportista ganando el campeonato para su equipo, en un trabajador que puede cumplir su trabajo bien rápido, y en una buena familia que se ve perfecta en las redes sociales. Hoy es el último domingo en la estación de Epifanía. Durante esta estación Jesús nos ha enseñado quién es. Hemos aprendido que Jesús es el Cristo y, una persona diferente a todo ser humano. Hoy vamos a ver un ejemplo de la verdadera gloria, y como ustedes probablemente pueden adivinar, la verdadera gloria de Jesús es algo inimaginable que no podemos entender completamente.

            Antes de nuestro texto, Jesús había preguntado a sus discípulos quién era. Pedro, por el poder del Espíritu Santo, confesó: “El Cristo de Dios” (Lucas 9:20). Pedro y el resto de los discípulos habían aprendido mucho sobre Jesús. Pero, como seres humanos, ellos no entendían la naturaleza de la misión de Jesús completamente. Cuando Jesús predijo su sufrimiento, muerte y resurrección, este mismo Pedro reprendió a Jesús, diciéndole que no fuera a Jerusalén. Y Jesús lo llamó Satanás por su impertinencia.

Luego, aconteció como ocho días después de estas palabras (cuando Jesús predijo su muerte), que (Jesús) tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar (v. 28). Pedro, Juan y Jacobo fueron los discípulos más cercanos de Jesús. Ellos fueron testigos de la resurrección de la hija de Jairo, y Jesús los llevó para orar en Getsemaní más adelante. Siempre había sido el plan de Jesús que “el Hijo del Hombre padezca muchas cosas…y que sea muerto, y resucite al tercer día” (Lucas 9:22). Pero los discípulos no querían creerlo.

Porque los discípulos no entendían esta necesidad, Jesús planeó mostrarles a Pedro, a Juan y a Jacobo algo importante. Él iba a ser transfigurado. Aunque él tenía toda la gloria como Dios, Jesús quería enseñarles que la verdadera gloria se ve en el sufrimiento. Más específica, en el sufrimiento del perfecto Hijo de Dios. En la iglesia, la transfiguración es la transición entre la Epifanía y la Cuaresma. Para nosotros es importante recordar que la verdadera gloria no se ve en este mundo, pero en las palabras de Jesús: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará” (Lucas 9:23-24).

            Después de una semana de pensar en estas cosas, el evento pasó: Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente (v. 29). La transfiguración es increíble porque nos muestra que Jesús es Hombre, pero también es Dios. En aquella montaña Jesús se reveló en su gloria como Dios. Siendo Hombre, Jesús pudo tomar nuestro lugar bajo la ley de Dios. Siendo Dios, su vida perfecta y muerte inocente la sufrió por nosotros, los pecadores. Como el Dios-Hombre, Jesús estaba decidido a ir a Jerusalén y cumplir el plan de la salvación. Y esto es claro en su conversación con los dos hombres que se aparecieron.

            Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías; quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, e iba Jesús a cumplir en Jerusalén (v. 30-31). Moisés y Elías fueron los 2 profetas más famosos en el Antiguo Testamento. Estos 2 profetas habían preparado el camino para Jesús. Moisés había dado una profecía de Dios sobre un último profeta en Deuteronomio 18:18: “Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare”. Y ahora Jesús, el último profeta, estaba a punto de cumplir su misión.

Moisés y Elías estaban hablando con Jesús de su partida (v. 31), otra palabra para su muerte. Jesús quería que estos 3 discípulos vieran que su sufrimiento y muerte estaban de acuerdo con la obra y la predicación de Moisés y Elías, los lideres en el Antiguo Testamento. Aunque muchas personas en aquel tiempo querían a un Mesías glorioso para destruir a los romanos, Jesús era diferente. Él iba a rescatar a las personas de su enemigo del pecado, y lograrlo a través del sufrimiento. Aunque esto le pareció raro a la gente, siempre había sido el plan de Dios.

            De todas formas, la gloria de Jesús era intenso. Es por lo que yo creo que Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño (v. 32). Después de un tiempo, cuando ellos estaban despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él (v. 32). Es interesante imaginar cómo habría sido esta imagen de Jesús en toda su gloria. No hay palabras para describirlo suficientemente.

            ¿Se veía la verdadera gloria en ese momento con Jesús en su gloria? Pedro pensaba que sí lo era. Y inicialmente nos parece bien su repuesta: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías…hasta que escuchamos que no (sabía) lo que decía (v. 33). La gloria de Jesús fue verdadera gloria porque fue la gloria de Dios. Pero Pedro quería quedarse allí para siempre, aunque a Jesús todavía le faltaba trabajo para completar para destruir el diablo, el pecado y la muerte.

            Aunque Pedro había tenido una semana para pensar en lo que Jesús había dicho sobre tomar la cruz y seguirlo, él prefería tener la gloria sin la cruz. ¿Podemos identificarnos con esto? Nosotros tampoco queremos experimentar la cruz, aunque la cruz es lo que Jesús ha prometido para los cristianos. Aunque Jesús mismo experimentó la cruz del sufrimiento. Si pudiéramos elegir, elegiríamos quedarnos en la montaña con Jesús en su gloria como Pedro. Por estos pensamientos pecamos contra el 1º mandamiento por no poner nuestros deseos detrás de Dios. Pecamos contra el 3º mandamiento por dudar del plan de Dios. Y nuestra consecuencia es esta: sin su sufrimiento y muerte, Jesús no nos habría salvado y estaríamos en el infierno para siempre.

            Pero Jesús quería sufrir por nosotros. Él quería dejar su gloria detrás por un poco tiempo más para salvarnos. Jesús no se quedó en la montaña de la transfiguración. Más bien él descendió de la montaña para subir otra montaña para morir por nosotros. En el momento exacto cuando Pedro no sabía lo que decía, la palabra de Dios llegó: Vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube. Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd (v. 34-35). Dios mismo habló para darles a los discípulos y a nosotros la confianza en Jesús y en su plan. Debemos escuchar a nuestro Salvador. Él ha completado la voluntad del Padre por nosotros.

            En el evangelio de Mateo, Mateo añadió a las palabras del Padre: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 17:5). Estas palabras son las mismas que Dios dijo desde el cielo en el bautismo de Jesús (Mateo 3:17). Hermanos en Cristo, Dios tiene complacencia en Jesús porque Jesús agradó a Dios perfectamente por nosotros. Aunque Jesús era Dios, él cubrió su gloria en su vida aquí para experimentar la cruz, para que pudiéramos experimentar la gloria perfecta del cielo para siempre. Jesús, el Dios-Hombre, es la conexión entre Dios y nosotros. Por Jesús, somos hijos amados de Dios. Por Jesús, Dios tiene complacencia con nosotros.

            En la transfiguración, Jesús nos enseña que la verdadera gloria se ve en la cruz, en los sufrimientos de esta vida. Así es cómo se ve la verdadera gloria. La cruz de Jesús es como él ganó la gloria del perdón y el cielo para nosotros. Y las cruces, los sufrimientos que Dios nos permite en nuestras vidas, son su forma de mantenernos en la carrera hacia la vida gloriosa en el cielo.

            Moisés y Elías tenían que experimentar la cruz del sufrimiento en sus vidas también. Ellos guiaban a gente que no eran fieles a Dios. Ellos no recibían la gloria por su trabajo como profetas del Señor. Pero, cómo era evidente en la transfiguración, ellos llegaron al cielo y estaban disfrutando de la gloria que Jesús les ganó. Porque Jesús no se quedó en la montaña de la transfiguración, Moisés y Elías son evidencias de que recibimos la gloria a través de la cruz. Ellos recibieron la bendición de la resurrección de los muertos porque Jesús sufrió. Nosotros tal como ellos recibiremos la verdadera gloria de la resurrección por la obra de Jesús.

            Como escuchamos en la introducción para hoy: Jesús no vino para darnos la mejor vida posible hasta la muerte. Él no vino para darnos una vida que evitara la muerte. Más bien, Jesús vino para darnos una vida mejor al otro lado de la muerte, a través del sufrimiento. Como Jesús dice en Apocalipsis 2:10: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”. Así es cómo se ve la verdadera gloria.

            Entonces, hermanos en Cristo, vamos a agradecer a Jesús por su obra. Vamos a pedir que el Espíritu Santo nos dé la actitud que aprecia nuestros sufrimientos a través de los cual se ve la verdadera gloria. Pablo habla de esta actitud en la segunda lectura: “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:17-18). La palabra usada para “somos transformados” es la palabra griega “transfiguración”. Tal como la transfiguración mostró que la verdadera gloria se ve en el sufrimiento, en la palabra de Dios el Espíritu Santo nos transfigura la mente para entender eso. 

            Así que, vamos a continuar conectándonos a la palabra y los sacramentos. Aunque los medios de gracia parecen muy simples, aquí está donde se encuentra la verdadera gloria. Aquí está donde los pecadores aprenden de su Salvador y reciben el perdón del pecado. Mientras ingresamos a la Cuaresma, recordemos que la verdadera gloria se ve en el sufrimiento. Así es cómo se ve la verdadera gloria. Amén.

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