Sexto domingo de Pascua

La alegría marcha victoriosa sobre las circunstancias.

Tema del Día

La Pascua nos trajo gozo y alegría. Tenemos una alegría que nadie podrá quitarnos jamás. Tenemos una alegría que permanece constante en lo más alto y en lo más bajo de la vida. Tenemos una alegría que marchará victoriosa sobre toda circunstancia hasta que esas circunstancias se perfeccionen para la eternidad.

Oración del día

Oh Dios, tú eres el dador de todo bien. Inspíranos a nosotros, tus humildes siervos, para que anhelemos lo que es justo y, por tu bondadosa guía, lo cumplamos para tu gloria; por tu Hijo, Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y siempre. Amén

Primera lectura: Hechos 14:8-22

Las circunstancias negativas de las persecusiones no disuadieron a Pablo y Bernabé de su misión. Cuando eran perseguidos en una ciudad, iban a predicar el Evangelio a otra. Incluso cuando se vieron obligados a huir, seguían llenos de alegría. Ni siquiera dejaron pasar la oportunidad de ser tratados como dioses les persuaden a guardar silencio sobre el único Dios verdadero.

8Y cierto hombre de Listra estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo de nacimiento, que jamás había andado. 9Este oyó hablar a Pablo, el cual, fijando en él sus ojos, y viendo que tenía fe para ser sanado, 10dijo a gran voz: Levántate derecho sobre tus pies. Y él saltó, y anduvo. 11Entonces la gente, visto lo que Pablo había hecho, alzó la voz, diciendo en lengua licaónica: Dioses bajo la semejanza de hombres han descendido a nosotros. 12Y a Bernabé llamaban Júpiter, y a Pablo, Mercurio, porque éste era el que llevaba la palabra. 13Y el sacerdote de Júpiter, cuyo templo estaba frente a la ciudad, trajo toros y guirnaldas delante de las puertas, y juntamente con la muchedumbre quería ofrecer sacrificios. 14Cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus ropas, y se lanzaron entre la multitud, dando voces 15y diciendo: Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay. 16En las edades pasadas él ha dejado a todas las gentes andar en sus propios caminos; 17si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones. 18Y diciendo estas cosas, difícilmente lograron impedir que la multitud les ofreciese sacrificio.

19Entonces vinieron unos judíos de Antioquía y de Iconio, que persuadieron a la multitud, y habiendo apedreado a Pablo, le arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto. 20Pero rodeándole los discípulos, se levantó y entró en la ciudad; y al día siguiente salió con Bernabé para Derbe. 21Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, 22confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.

Salmo 65

La Iglesia canta el Salmo 65 en los servicios que hacen hincapié en los frutos que se derivan de predicar y enseñar el Evangelio. Con los tres salmos siguientes, celebra las bendiciones físicas y espirituales, tanto locales como mundiales. Martín Lutero dijo: «El salmo 65 es un salmo de acción de gracias. El salmista alaba a Dios por darnos su Palabra y el culto junto con la paz temporal. Trata el crecimiento y la expansión de 198 PASCUA la Iglesia a través de la predicación y los milagros de los apóstoles con la imagen de campos que producen una cosecha abundante»

Al músico principal. Salmo. Cántico de David.

1Tuya es la alabanza en Sion, oh Dios,

Y a ti se pagarán los votos.

2Tú oyes la oración;

A ti vendrá toda carne.

3Las iniquidades prevalecen contra mí;

Mas nuestras rebeliones tú las perdonarás.

4Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti,

Para que habite en tus atrios;

Seremos saciados del bien de tu casa,

De tu santo templo.

5Con tremendas cosas nos responderás tú en justicia,

Oh Dios de nuestra salvación,

Esperanza de todos los términos de la tierra,

Y de los más remotos confines del mar.

6Tú, el que afirma los montes con su poder,

Ceñido de valentía;

7El que sosiega el estruendo de los mares, el estruendo de sus ondas,

Y el alboroto de las naciones.

8Por tanto, los habitantes de los fines de la tierra temen de tus maravillas.

Tú haces alegrar las salidas de la mañana y de la tarde.

9Visitas la tierra, y la riegas;

En gran manera la enriqueces;

Con el río de Dios, lleno de aguas,

Preparas el grano de ellos, cuando así la dispones.

10Haces que se empapen sus surcos,

Haces descender sus canales;

La ablandas con lluvias,

Bendices sus renuevos.

11Tú coronas el año con tus bienes,

Y tus nubes destilan grosura.

12Destilan sobre los pastizales del desierto,

Y los collados se ciñen de alegría.

13Se visten de manadas los llanos,

Y los valles se cubren de grano;

Dan voces de júbilo, y aun cantan.

Segunda lectura: Apocalipsis 21:21-27

A lo largo de su visión en la isla de Patmos, Juan vio a Jesús como un Cordero que había sido inmolado. Este simbolismo tiene sus raíces en la realidad. Cuando Jesús se apareció a sus discípulos después de su resurrección, todavía llevaba las marcas de su crucifixión. La resurrección de Jesús no borra su crucifixión. Al contrario, nos permite verla bajo una nueva luz y encontrar alegría en lo que, de otro modo, sería una fuente de dolor.

21Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, transparente como vidrio.

22Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. 23La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. 24Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. 25Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. 26Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. 27No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.

Texto Sermón Evangelio Juan 16:16-24

Aunque la afirmación de Jesús sigue siendo un enigma, la mayoría de los comentaristas concluyen que el primer «un poco» se refiere al tiempo transcurrido entre la pronunciación de estas palabras y su muerte y sepultura, tras lo cual ya no le verían. El segundo «un poco» se refiere al tiempo entre su entierro y su resurrección, después del cual le verían de nuevo. Lutero parafraseó las palabras de Jesús de esta manera: «Después de las pocas horas durante las cuales todavía estoy con vosotros, no me veréis vivo, sino que me veréis muerto y sepultado; sin embargo, poco después me tendréis de nuevo vivo entre vosotros y resucitado de entre los muertos».

16Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; porque yo voy al Padre. 17Entonces se dijeron algunos de sus discípulos unos a otros: ¿Qué es esto que nos dice: Todavía un poco y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; y, porque yo voy al Padre? 18Decían, pues: ¿Qué quiere decir con: Todavía un poco? No entendemos lo que habla. 19Jesús conoció que querían preguntarle, y les dijo: ¿Preguntáis entre vosotros acerca de esto que dije: Todavía un poco y no me veréis, y de nuevo un poco y me veréis? 20De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. 21La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. 22También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo. 23En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. 24Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.

NADIE NOS PUEDE QUITAR NUESTRO GOZO

               Hermanos en Cristo: ¡Cristo es resucitado, de verdad es resucitado! ¡Aleluya! Hoy vamos a reflexionar sobre un momento del jueves santo que tiene significado para nuestras vidas precisamente porque Cristo es resucitado. Al empezar, quiero que ustedes piensen en esto: ¿Cuál es la diferencia entre el gozo y la felicidad? ¿Hay alguna diferencia? ¿Es posible tener gozo sin sentir felicidad?

En nuestro mundo se supone que cosas como un buen viaje, una familia amorosa, mucho dinero y un trabajo divertido nos dan gozo y felicidad. Pero ¿qué pasa si hay conflictos familiares, si el dinero no nos permite hacer cosas divertidos, o si no disfrutamos nuestro trabajo. ¿Esto significa que no tenemos gozo? Para el mundo, nuestro gozo depende de las circunstancias de nuestras vidas. Pero ¿qué nos dice Jesús? Vamos a examinarlo.

               Es jueves santo y Jesús está con sus discípulos celebrando la Pascua. Jesús les explica que muy pronto regresa al Padre para preparar un lugar para los creyentes (Juan 14:2). Cuando él se vaya, los discípulos van a estar perseguidos. Y al escuchar esto, ellos se ponen tristes. Pero Jesús dice que todo esto es parte del plan de Dios, porque después de irse, el Espíritu Santo viene para fortalecerles y consolarles (Juan 16:1-15).

               Entonces Jesús dice estas palabras: Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis (v. 16). Pero los discípulos no lo entendieron: ¿Qué es esto que nos dice: Todavía un poco y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; y, porque yo voy al Padre?… ¿Qué quiere decir con: Todavía un poco? No entendemos lo que habla (v. 17-18). Como sabemos, “un poco” puede significar diferentes cosas. Por un lado, les pareció a los discípulos algo cercano. Por otro, Jesús hablaba de ir al Padre para preparar moradas, lo que sugería algo más lejano.

               Lo que Jesús está prediciendo aquí es su muerte y su resurrección. Cuando Jesús murió, su espíritu fue al Padre en el cielo y su cuerpo en el sepulcro. Y cuando él resucito, los discípulos volvieron a verlo. Jesús dice que por “un poco” más, los discípulos iban a verlo hasta su muerte. Y después de su resurrección (“de nuevo un poco”) volverían a verlo.

               Jesús predice algo más: De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará (v. 20). Esto no suena bien. ¿A quién le gusta llorar y lamentar? Al escuchar estas palabras, ellos se pusieron tristes (Juan 16:6). Ellos no querían que su Maestro y Salvador se fuera. Y cuando ellos vieron a Jesús muerte, su tristeza se profundizó. Piense en Pedro, por ejemplo. Después de negar a Jesús, él salió “fuera (y) lloró amargamente” (Mateo 26:75). La mayoría del resto de los discípulos lo habían abandonado también y se entristecieron.

               Esto nos enseña algo importante: Nuestros pecados crea separación entre Dios y nosotros. Tenemos tristeza al entender eso. A eso lo llamamos la contrición: el dolor de reconocer nuestro pecado. No disfrutamos esta sensación de contrición. Los discípulos tampoco disfrutaron esta sensación cuando Jesús murió. Para ellos, parecía que Dios perdió y que Satanás ganó. Y para nosotros, cuando sentimos la culpa y la vergüenza de nuestros pecados, muchas veces parece que estamos perdiendo en la batalla espiritual.

               Pero Jesús no termina aquí: Pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo (v. 20). ¿Cómo es posible que nuestra tristeza, algo tan fuerte, se puede convertir en gozo? No es posible por algo en este mundo. Sólo por la resurrección de Jesús. Esto lo cambia todo. Esto convierte lo que nos pone tristes en lo que nos hace regocijarnos. Esto es exactamente lo que pasó cuando los discípulos vieron que Jesús de verdad había resucitado el domingo de la resurrección: “Cuando (Jesús) les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor” (Juan 20:20). Y esto es exactamente lo que pasa para nosotros al darnos cuenta de que por la resurrección, nuestra tristeza es convertido en gozo.

               ¡Esta experiencia habría sido inolvidable para los discípulos! Pero me imagino que después de que Jesús ascendió al cielo 40 días después, otro problema llegó. Ellos todavía estaban en el mundo mientras que Jesús ya estaba en el cielo. Ellos no pudieron ver a Jesús físicamente. Y aún más, ellos eran perseguidos y experimentaban mucho dolor por ser cristianos.

Nosotros experimentamos este mismo problema en nuestras vidas, ¿verdad? Jesús está en el cielo, pero nosotros seguimos aquí. Experimentamos los efectos del pecado en el mundo y tal vez persecuciones por ser cristianos. En nuestras vidas hay enfermedades, problemas con la familia, un trabajo que no disfrutamos, la tentación, el miedo y la muerte. Tal vez pecamos contra el 1º mandamiento por creer que Dios se equivoca en su plan y contra el 3º mandamiento por no mantener el gozo que la palabra dice es nuestro. ¿Cómo es posible tener gozo cuando es difícil disfrutar nuestra vida? ¿Cómo es posible tener gozo cuando no sentimos felicidad?

               Hermanos en Cristo, la solución es esta: la resurrección de Jesús. Por la resurrección podemos aplicar estas palabras de Jesús a nuestras vidas: La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo (v. 21). Así como la tristeza de los discípulos sólo duró “un poco” hasta que Jesús resucito, para nosotros, nuestra tristeza en este mundo sólo dura “un poco” hasta que lleguemos al cielo.

               Pero no necesitamos esperar hasta el cielo para experimentar el gozo que la resurrección nos da. ¡Ya lo tenemos! Por la resurrección, nuestro gozo no depende de las circunstancias. Depende de la verdad de que por la vida perfecta, muerte, y resurrección de nuestro Salvador, somos libres del pecado que nos separa de Dios.

               Porque Jesús resucitó, nadie (nos) quitará (nuestro) gozo (v. 22). Este pasaje me hizo pensar en algo bien hermoso. La palabra griega para “quitar” es la misma palabra griega usada cuando Juan el Bautista dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Porque Jesús ha quitado nuestros pecados, nadie nos puede quitar nuestro gozo que la resurrección de Jesús nos da. En el tumbo se quedaron el pecado, la muerte, la vergüenza y la derrota. Y salieron el perdón, la vida, la gloria y la victoria.

Si Dios lo hizo esto en la resurrección de Jesús, podemos confiar que él va a producir gozo en nosotros mientras estamos en este mundo de tristeza. Ahora bien, esto no significa que vamos a estar felices todo el tiempo. Pero tenemos un gozo muy profundamente en nuestros corazones. Estas tribulaciones sólo son temporarias; en total de la eternidad, son “un poco”. Por la resurrección de Jesús, podemos anticipar la vida perfecta en el cielo.

Mientras el mundo piensa que el gozo depende de las circunstancias, que tenemos que estar felices para tener gozo, sabemos la verdad. En la primera lectura, Pablo fue apedreado en Listra. Pero esto no lo causó perder el gozo. El entendió la verdad, y después de la lectura dijo estas palabras: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hechos 14:22). Pablo sabía que estas tribulaciones sólo duran por “un poco”, y que Dios podía utilizarlas para fortalecerle la fe. Incluso la persecución no nos puede quitar nuestro gozo.

Y aún más, tenemos la nueva Jerusalén esperándonos, como escuchamos en la segunda lectura (Apocalipsis 21:21-27). Allí vamos a ver a Jesús con nuestros propios ojos. Tal y como Jesús fue al Padre cuando él murió, él fue al Padre de nuevo cuando él ascendió. Y tal y como los discípulos volvieron a ver a Jesús en su resurrección, vamos a llegar a ver a Jesús cuando lleguemos al cielo. Aunque puede ser difícil tener la felicidad aquí, de todos modos tenemos gozo. Y en el cielo tendremos ambos: gozo y felicidad eternos con Cristo Jesús.

Y hay algo más en este texto que queremos considerar. En v. 23-24 Jesús dice: En aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido. Esto es similar a lo que Jesús dijo en Mateo 7:8: “Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”. Esto no significa que si pedimos que Dios nos dé un mil millón de pesos, él tiene que dárnoslo. Significa que si pedimos según la voluntad de Dios, vamos a recibir lo que pedimos.

Aquí, Jesús quería que los discípulos pidieran el entendimiento correcto de la relación entre este mundo y el cielo. Que ellos pudieran tener gozo en la mitad de la tristeza de este mundo. Esta es una gran bendición espiritual según la voluntad de Dios. Dios quería dársela. Nosotros, también, queremos pedir que el Espíritu Santo nos dé este mismo entendimiento, este gozo en la mitad de la tristeza. Que podamos poseer la actitud de Pablo cuando él explicó: “Estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos” (2 Corintios 4:8-10).

Esta actitud es imposible para este mundo. Pero no para Dios. La resurrección de Jesús lo cambia todo, y significa que nadie nos puede quitar nuestro gozo. Sabemos que el gozo no depende de la circunstancias. No es lo mismo que la felicidad. Nuestro gozo depende de la muerte y la resurrección de Jesús. Hermanos en Cristo, nadie nos puede quitar nuestro gozo, porque ¡Cristo es resucitado, de verdad es resucitado! ¡Aleluya y Amen!.

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