Santísima Trinidad-
Primer domingo después de Pentecostés
A través de la Palabra, el Dios trino nos bendice.
Tema del Día
Es muy importante entender bien la doctrina de la Santísima Trinidad. Como confesamos en el Credo Atanasiano, «Quien quiera salvarse debe, ante todo, atenerse a la verdadera fe cristiana.» La doctrina de la Santísima Trinidad es una parte esencial de esa verdadera fe cristiana.
Oración del día
Dios y Padre todopoderoso, que habitas en la majestad y el misterio, llenas y renuevas toda la creación por tu Espíritu eterno, y manifiestas tu gracia salvadora por medio de nuestro Señor Jesucristo, limpia con misericordia nuestros corazones y labios para que, libres de dudas y temores, podamos adorarte siempre a ti, único Dios verdadero e inmortal, con tu Hijo y el Espíritu Santo, que vives y reinas, ahora y siempre.
Primera Lectura: Evangelio de Juan 16:12-15
En estos versículos destaca en primer lugar la relación del Espíritu Santo con el Padre y el Hijo. Por ser trino, está en la naturaleza de Dios vivir no en interés propio, sino en interés de los demás. El Espíritu sería el portavoz de Dios, pero sólo diría lo que oyera del Padre y del Hijo.
12Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. 13Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. 14El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. 15Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.
Salmo 8
La Iglesia canta el Salmo 8 para celebrar la gloria de la creación de Dios y el lugar especial de Jesús en ella (1 Corintios 15:27; Hebreos 2:6-8). El nombre del Dios verdadero -Padre, Hijo y Espíritu Santo- resuena en toda la tierra. Martín Lutero dijo: «El Salmo 8 es una profecía de Cristo, sus sufrimientos, su resurrección y su reinado sobre toda la creación. Su reino se establece por boca de los niños, es decir, sin espada ni armadura, sino sólo mediante la Palabra y la fe. El salmista canta con alegría que el Evangelio llega a todo el mundo, y el reino de Dios se extiende a través de la cruz».
Al músico principal; sobre Gitit. Salmo de David.
1¡Oh Jehová, Señor nuestro,
Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!
Has puesto tu gloria sobre los cielos;
2De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza,
A causa de tus enemigos,
Para hacer callar al enemigo y al vengativo.
3Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos,
La luna y las estrellas que tú formaste,
4Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria,
Y el hijo del hombre, para que lo visites?
5Le has hecho poco menor que los ángeles,
Y lo coronaste de gloria y de honra.
6Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos;
Todo lo pusiste debajo de sus pies:
7Ovejas y bueyes, todo ello,
Y asimismo las bestias del campo,
8Las aves de los cielos y los peces del mar;
Todo cuanto pasa por los senderos del mar.
9¡Oh Jehová, Señor nuestro,
Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!
Segunda lectura: Romanos 5:1-5
Jesús había prometido, tenían al Dios trino obrando en su beneficio. A través de la fe en la obra del Hijo dada por el Espíritu, el cristiano sabe a qué atenerse con el Padre. Ya tienen paz completa con Él, acceso pleno e ininterrumpido a su favor, y la esperanza cierta de la gloria futura como su plena posesión
1Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; 2por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. 3Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; 4y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; 5y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.
Texto Sermón: Números 6:22-27
El Señor dijo a Aarón y a sus hijos que pusieran regular y repetidamente este nombre sagrado sobre los israelitas. Mientras partían de la base del monte Sinaí y continuaban su traicionero viaje a través de un desierto seco y estéril, serían bendecidos cada vez que el nombre del Señor fuera puesto sobre ellos.
22Jehová habló a Moisés, diciendo: 23Habla a Aarón y a sus hijos y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles:
24Jehová te bendiga, y te guarde;
25Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia;
26Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz.
27Y pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré.
JEHOVÁ ESTÁ CON NOSOTROS
Todos nosotros sabemos lo difícil que es vivir en un desierto, no sé si alguno de ustedes ha tenido la experiencia de conocer alguno y ver como es la vida en un lugar de estos, pero en mi caso, no conozco un desierto, pero creo que por la falta de agua en ese lugar y donde hay poca vida para plantas, árboles y otras cosas que pueden ayudar al ser humano para su supervivencia debe ser muy difícil vivir en un lugar como estos. El libro de Números nos registra los 40 años del pueblo de Israel en su paso caminando en el desierto a causa de su rebeldía. Moisés relató las experiencias que vivieron, contó el pecado del pueblo y también el amor del Padre de los cielos hacia ellos. Dios no ocultó lo que su pueblo hizo en contra de Él y usó a Moisés para contarnos la rebeldía del pueblo la cual alcanzó su clímax en un lugar llamado Cades, cerca de la frontera sur de Canaán. El pueblo se negó a seguir la insistente exhortación, llena de confianza, que hacían Caleb y Josué, y, prefiriendo aceptar el informe pesimista de los diez espías, se negó a entrar en la tierra prometida. Al negarse a creer en la promesa de Dios, perdieron el privilegio de tomar posesión de la tierra. Esa decisión (capítulo 14) es el momento crucial del libro porque dudaron hacia la voluntad y poder de Dios, Él les había sacado de Egipto mostrando grandes señales que todos nosotros conocemos y ellos al escuchar este informe de los espías solo dijeron: 2¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos! 3¿Y por qué nos trae Jehová a esta tierra para caer a espada, y que nuestras mujeres y nuestros niños sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto? (Números 14:2-3). Esta actitud la entendemos cada uno de nosotros, porque somos pecadores al igual que estos Israelitas, nosotros como pueblo de Dios, que conocemos su misericordia hemos abusado de la gracia del Dios Trino. Y este abuso lo mostramos con nuestro pecado, la maldad que aún está en nuestro viejo hombre nos lleva a ser desagradecidos con nuestros pensamientos, palabras y obras porque alimentamos nuestra debilidad, Santiago nos muestra lo que realmente hacemos en rebeldía, entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte (Santiago 1:15). Alimentamos tanto nuestras debilidades que dejamos predominar al viejo hombre y por esto caemos en pecado guiados por la carne, tal como lo señala Pablo a los Gálatas, 19Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, 20idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, 21envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. (Gálatas 5:19-21)
Pero Jehová mostró su justicia ante este pueblo rebelde y desagradecido 11y Jehová dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuándo no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos? 12Yo los heriré de mortandad y los destruiré, y a ti te pondré sobre gente más grande y más fuerte que ellos. (Números 14:11-12). Ellos merecieron morir en el desierto porque no estaban satisfechos con todo lo que Dios había hecho para sacarlos de Egipto. Pero Moisés confió en la misericordia y perdón de Dios, por esto lo vemos como un mediador hablando con el Dios Trino al decir estas palabras 18Jehová, tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable; que visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta los terceros y hasta los cuartos. 19Perdona ahora la iniquidad de este pueblo según la grandeza de tu misericordia, y como has perdonado a este pueblo desde Egipto hasta aquí. (Números 14:18-19). La consecuencia de este pecado del pueblo fue que esa generación no entraría a la tierra prometida, porque ya habían tentado al Señor diez veces, solo Caleb, que pertenecía a esta generación entraría a la tierra prometida y así lo cumplió Dios.
Cada día de nuestras vidas adoramos a nuestro Dios Trino y en especial al estar en nuestro servicio de Adoración, el pueblo de Israel también vivio la adoración hacia este Dios en el desierto y esta adoración estaba basada en esta bendición: 24Jehová te bendiga, y te guarde; 25Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; 26Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz. (Números 6:24-26) es nuestro texto de meditación. Solo en estas palabras encontramos el perdón de nuestro pecado de abusar de la Gracia y como este Dios lleno de piedad y misericordia quiere que estemos seguros de nuestra Redención hecha por esto Dios Trino, por esto nos concentramos en nuestro pasaje de meditación donde se cita tres veces el nombre de Jehová y hoy es bueno meditar sobre esto porque estamos celebrando el día de la Santísima Trinidad. La primera mención del nombre de Jehová nos lleva a dar gracias a por su cuidado en este mundo, al ser confesionales podemos entender esta bendición en nuestras vidas porque somos guiados por el Dios Trino. El primer artículo del Credo nos explica cómo nos bendice y guarda Jehová en este mundo: me ha dado mi cuerpo y mi alma, mis ojos y mis oídos y todos mis miembros, mi razón y todos mis sentidos”, y “me da vestido y calzado, comida y bebida, casa y hogar, consorte e hijos, campos, animales y toda clase de bienes; que me provee a diario y abundantemente de todo lo que mi cuerpo y mi vida necesitan. Pero no sólo lo hace materialmente, espiritualmente también lo hace recordándonos las promesas que nos ha dado cuando oramos en el Padrenuestro: “No nos dejes caer en tentación; más líbranos del mal”. ¡Con cuánta frecuencia el Señor nos libra de los problemas y los peligros que nos abruman! ¡Con cuánto celo trabaja el Señor para evitar que vayamos a los lugares donde podríamos estar tentados a pecar! Sin embargo, por otro lado, el Señor es muy amoroso cuando permite que vengan pruebas a nuestra vida, porque promete que nos dará la salida y además nos promete que todas las cosas obrarán para el bien de los que lo aman. Finalmente, su suprema bendición es mantenernos fieles al evangelio hasta el final de nuestra vida. También es una bendición librarnos de este mundo malo y llevarnos a la perfección de su gloria en los cielos.
¿Cómo Jehová hace resplandecer su rostro y misericordia en nosotros? Aquí solo vemos la misericordia de Dios al mencionar por segunda vez su nombre Jehová. Nosotros miserables pecadores por la obra de nuestro Redentor Jesucristo vemos claramente su amor. Con el Segundo Artículo del Credo Apostólico, notamos que Dios es misericordioso con nosotros en Jesús, quien “me ha redimido a mí, hombre perdido y condenado, y me ha rescatado y librado de todos mis pecados, de la muerte y del poder del diablo; mas no con oro ni plata, sino con su santa y preciosa sangre y con su inocente pasión y muerte; todo lo cual hizo para que yo sea suyo y viva bajo él en su reino, y le sirva en justicia, inocencia y bienaventuranza eternas”. Esa es la gracia de Dios, el favor inmerecido de Dios para con nosotros. Es gracia en Cristo, porque en él Dios nos muestra su profundo amor, aunque nosotros, debido a nuestro pecado, de ningún modo lo merecemos. En ese amor, Dios hace resplandecer su rostro sobre nosotros. Así como el rostro de la orgullosa madre que acaba de dar a luz irradia amor, así nos mira Dios, cubriendo todos nuestros pecados con la redención perfecta que Cristo ha comprado para nosotros quien por amor nunca tentó al Padre Celestial, el diablo en el desierto tentó a Jesús 5Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, 6y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, En sus manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra. 7Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. (Mateo 4:5-7) Todo esto Jesús lo hizo como nuestro Redentor y por esto somos perdonados de nuestro pecado hacia el primer mandamiento. Pero encontramos que Jesús también resplandeció su rostro hacia nosotros en la cruz, Pedro nos afirma: quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. (1 Pedro 2:24). Y es por esto que necesitamos centrarnos en el último nombre de Jehová, que es repetido en esta bendición, allí vemos la tercera persona de la Trinidad, el Espíritu Santo, “Jehová alce sobre ti su rostro” señala la gustosa mirada del Señor a cada uno de nosotros como individuos. En contraste, qué triste sería si Dios nos diera la espalda, si nos desconociera, y nos dejara a la suerte que merecemos. ¡Cuán maravillosa es esta obra del Espíritu Santo! ¡Él convierte a los rebeldes en sus hijos, llevándolos a la fe en Cristo Jesús! Hace a los ciegos ver, llevándolos a Cristo, la Luz del mundo. Nuestra confesión de fe “me ha llamado mediante el Evangelio, me ha iluminado con sus dones y me ha santificado y guardado mediante la verdadera fe”. En el milagro de la conversión, el Espíritu Santo nos da paz, porque sabemos que por medio de Cristo somos reconciliados con Dios. También, con la certeza de la fe, sabemos que mientras seamos justificados con Dios por medio de Cristo, todo en nuestra vida resultará para nuestro bien. Nos da una gran paz el saber que ya sea que vivamos o que muramos, somos del Señor. Sostenidos por esta fe, podemos exclamar con San Pablo: “Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38–39). Amén.
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