Décimo Quinto Domingo de Pentecostés

Sirve a Dios con dinero; no puedes servir a Dios y al dinero.

Tema del Día

Jesús sabe, sin embargo, que servir al dinero hace imposible servir a Dios. El corazón humano no es lo suficientemente grande para ambas cosas. Por eso hace todo lo posible por mostrar la inutilidad de servir al dinero. También nos ayuda a ver que al único que realmente merece la pena servir es a nuestro Dios bondadoso y amoroso.

Oración del día

Oh Dios, tú nos has dicho que no nos afanemos por lo que necesitamos para esta vida. Mueve nuestros corazones a buscarte a ti y a tu Reino, para que también a nosotros se nos den todos los bienes; por tu Hijo Jesucristo, Señor nuestro, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y siempre.

Primera lectura: Eclesiastés 5:10-20

Está claro que el dinero no es un amo digno. Dios, sin embargo, sí lo es. El dinero es un amo que exige trabajo a cambio de un salario. Dios es un amo que da gratuitamente. Nos da los días que tenemos para trabajar y vivir. Él nos da nuestras riquezas y posesiones y la capacidad de disfrutarlas. Si el dinero es nuestro amo, nos decepcionará constantemente.

10El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad. 11Cuando aumentan los bienes, también aumentan los que los consumen. ¿Qué bien, pues, tendrá su dueño, sino verlos con sus ojos?

12Dulce es el sueño del trabajador, coma mucho, coma poco; pero al rico no le deja dormir la abundancia.

13Hay un mal doloroso que he visto debajo del sol: las riquezas guardadas por sus dueños para su mal; 14las cuales se pierden en malas ocupaciones, y a los hijos que engendraron, nada les queda en la mano. 15Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano. 16Este también es un gran mal, que como vino, así haya de volver. ¿Y de qué le aprovechó trabajar en vano? 17Además de esto, todos los días de su vida comerá en tinieblas, con mucho afán y dolor y miseria.

18He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le ha dado; porque esta es su parte. 19Asimismo, a todo hombre a quien Dios da riquezas y bienes, y le da también facultad para que coma de ellas, y tome su parte, y goce de su trabajo, esto es don de Dios. 20Porque no se acordará mucho de los días de su vida; pues Dios le llenará de alegría el corazón.

Salmo 128

La Iglesia canta el Salmo 128 en los servicios que animan a utilizar fielmente las bendiciones materiales. A medida que las personas viven su vocación cristiana, se piden y se prometen bendiciones del Señor. Martín Lutero dijo: «El Salmo 128 es un salmo de consuelo. El matrimonio mismo es alabado, y los cónyuges son consolados por la misericordiosa voluntad de Dios para con ellos. Se les anima a no fijarse en los problemas, el trabajo, el desánimo o la incomodidad del matrimonio, sino más bien en su felicidad y bendición. La vida matrimonial es una creación llena de gracia de Dios, algo que Él bendice y aprecia».

Cántico gradual.

1Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová,

Que anda en sus caminos.

2Cuando comieres el trabajo de tus manos,

Bienaventurado serás, y te irá bien.

3Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa;

Tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa.

4He aquí que así será bendecido el hombre

Que teme a Jehová.

5Bendígate Jehová desde Sion,

Y veas el bien de Jerusalén todos los días de tu vida,

6Y veas a los hijos de tus hijos.

Paz sea sobre Israel.

Segunda lectura: 1 Timoteo 6:6-10,17-19

No es de extrañar, por lo tanto, que dondequiera que haya falsa enseñanza, a menudo haya también amor al dinero. Es natural que la gente trate de probar su valor a través de su patrimonio neto. Como ocurría con los fariseos en tiempos de Jesús (Lucas 16:14), el amor al dinero caracterizaba a los falsos maestros sobre los que Pablo advirtió a Timoteo (1 Timoteo 6:5).

6Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; 7porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. 8Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. 9Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; 10porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.

17A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. 18Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; 19atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna.

Evangelio: Lucas 16:1-13

Esta parábola es posiblemente la más difícil de entender de Jesús. Lo que quiere decir está claro: «ustedes no pueden servir a Dios y a las riquezas». Sin embargo, ¿por qué lo hace utilizando una parábola que nos deja con tantas preguntas difíciles? ¿Hasta qué punto hay que entender al amo como una imagen de Dios? ¿En qué sentido fue encomiable el comportamiento del mayordomo? ¿En qué sentido debemos imitarlo?

1Dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él como disipador de sus bienes. 2Entonces le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo. 3Entonces el mayordomo dijo para sí: ¿Qué haré? Porque mi amo me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. 4Ya sé lo que haré para que cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas. 5Y llamando a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo? 6Él dijo: Cien barriles de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, siéntate pronto, y escribe cincuenta. 7Después dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. Él le dijo: Toma tu cuenta, y escribe ochenta. 8Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz. 9Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas.

10El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. 11Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? 12Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro? 13Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.

El Espíritu Santo Corrige nuestra mayordomía ante Dios

23Así excedía el rey Salomón a todos los reyes de la tierra en riquezas y en sabiduría. 24Toda la tierra procuraba ver la cara de Salomón, para oír la sabiduría que Dios había puesto en su corazón. 25Y todos le llevaban cada año sus presentes: alhajas de oro y de plata, vestidos, armas, especias aromáticas, caballos y mulos.  (1 de Reyes 10:23-25). Estos versículos hablan del Rey Salomón. La Biblia lo presenta como un hombre dotado de gran sabiduria y poseedor de muchas riquezas, las cuales acumuló durante sus 40 años de su reinado. Estas riquezas materiales fueron dadas por Dios para que Salomón las administrara, pero llegó un momento en su vida que no supo hacerlo correctamente. Parte de sus bienes los dedico a sus mujeres (pecado en contra del sexto mandamiento) y construyó templos para adorar dioses paganos (pecado en contra del primer mandamiento). Hoy en día muchos estudiosos de la biblia afirman que Salomón no está en el cielo debido a sus pecados. Sin embargo, al leer el libro de Eclesiastés notamos un cambio: vemos a un hombre maduro y arrepentido, consciente de haber amado más las riquezas que a Dios, por esto escribió: El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad. (Eclesiastés 5:10).

La enseñanza de Jesús para este día se relaciona con el dínero y nuestra mayordomia. Podemos reflexionar en el séptimo mandamiento para entender lo que nuestro Señor quiere mostrarnos en la parábola del mayordomo infiel. Dios ordena: No robarás. En el catecismo menor de Lutero leemos: Debemos temer y amar a Dios, de forma que no tomemos el dinero ni los bienes de nuestro prójimo, que no nos lo apropiemos por recursos malos o por tratos fraudulentos, sino que le ayudemos a mejorar y a conservar sus bienes y medios de subsistencia. Este mandamiento nos enseña que todo bien material proviene de Dios y que nosotros somos solamente mayordomos. En la parábola, vemos a un hombre rico que recibió una queja contra su mayordomo por manejar mal sus bienes. Esto nos lleva a reflexionar, porque seguramente Dios ha escuchado quejas sobre nosotros, al malgastar lo que nos ha dado, acumular muchas deudas, evadir impuestos, mentir a nuestros acreedores, descuidamos a nuestra familia, no ayudamos a los necesitados y gastamos el dinero para complacer nuestra carne con pornografía, sexo, alcohol y drogas. Como creyentes, dejamos de dar nuestras ofrendas a Dios porque no es nuestra prioridad. Nos hemos convertido en malos administradores de los regalos divinos, y así quebrantamos el séptimo mandamiento. Pero este pecado nace, en realidad, de uno mayor: hemos dejado de confiar en Dios y puesto nuestra confianza en el dinero. Por eso Jesús dice: No podéis servir a Dios y a las riquezas (Mamón, el dios de las riquezas). Estas palabras de Jesús nos confrontan y condenan, porque expone el verdadero estado de nuestro corazón. Por estos pecados merecemos la muerte eterna.

Pero el evangelio viene a rescatarnos. El Espíritu Santo, por medio de la Palabra, nos muestra a Jesús como la solución. Él nunca amó las riquezas ni dependió de ellas. Su vida fue ejemplo de perfecta confianza en el Padre celestial que le dio contantemente techo, comida y vestido. Jesús cumplió perfectamente el primer y séptimo mandamiento en nuestro lugar. Por esta obra de Jesús somos llamados hijos de Dios. Jesús dio todo de Él por nosotros, la riqueza que el tenía al estar en este mundo somos nosotros y por esto fue a la cruz, Pablo nos muestra este hecho de Jesús: y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. (2 Corintios 5:15). La muerte de Jesús fue por todo el mundo, pero hoy damos gracias que nosotros somos beneficiados por medio de la fe. Y esto nos lleva a vivir para Él, porque recibió el castigo que nosotros merecemos a causa de nuestra avaricia y mala mayordomia y, hoy somos declarados inocentes.

Pero el Espíritu Santo no solo nos rescató por medio de la obra de Jesús, sino que hace que vivamos para nuestro Dios y Padre. Esto lo hacemos aplicando esta parábola siendo mayordomos fieles a Dios. Este mayordomo al darse cuenta que se iba a quedar sin su trabajo empezó a negociar sus ganancias, los intereses de la deuda de los acreedores. Este hombre no robó a su señor, fue sagaz al perdonarle parte de los intereses a los deudores y estos iban a estar agradecidos con él al recibirle en sus casas. Jesús alabó a este hombre y nos enseña: porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz. (Lucas 16:8). Jesús quiere que usemos el séptimo mandamiento como guía, puesto que las cosas materiales que Él nos da es para que ayudemos a los necesitados, cuidemos de nuestras familias porque cuando no tengamos dinero ellos nos pueden ayudar en agradecimiento a lo que hicimos por ellos sin ningún tipo de interés. Pero lo más grande de esto es reconocer que Dios nos da todo lo que necesitamos para vivir en este mundo y nosotros en agradecimiento daremos ofrendas para que más personas sean alcanzadas por el Evangelio y podemos tener un lugar donde escuchar la Palabra de Dios. Otra enseñanza que nos da Jesús hoy en cuanto al manejo del dinero es la siguiente: 10El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. 11Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? 12Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro? (Lucas 16:10-12) Esta es la clave para ser los mayordomos que Dios quiere que seamos, ser fieles con las cosas materiales que Él nos ha dado como el dínero, ser felices con lo que nos da para sobrevivir en este mundo. Por esto necesitamos dejar que el Espíritu Santo quite de nuestro camino dos enemigos que tenemos, la avaricia y el egoísmo. Estas dos cosas son una bomba que nos trae muchos problemas, pero el Consolador ha cambiado esto en nuestras vidas por el don de la conformidad, ser felices con lo que tenemos.

Al salir y hablar con personas en la calle me doy cuenta que hay un alto porcentaje de estas que viven del día a día, y esto me enseña mucho sobre la confianza en el proveedor, Dios. Aunque muchos de ellos no tienen la fe salvadora, es un ejemplo de como los injustos nos enseñan a vivir con lo poco, ellos no tienen problemas que tiene un rico que siempre esta preocupado que nadie le vaya a quitar las cosas materiales que tiene. Cuando somos mayordomos guiados por el Espíirtu Santo la vanidad pasa a un segundo lado y nuestros matrimonios no van a ser afectados por problemas de dinero, puesto que, si tenemos el mismo pensar, cada uno de nosotros dentro del matrimonio vamos a trabajar juntos y sin ventajas para tener el pan diario necesario. También enseñemos a nuestros hijos de la mayordomía, en la escuela y el colegio esto no lo enseñan, pero en el hogar enseñemos desde niños a cuidar y administrar bien lo que Dios nos ha dado. Seamos mayordomos fieles con las ofrendas que planeamos dar a nuestra congregación y también que los que la administran sean fieles para usarlas en las necesidades de la congregación y en el evangelismo para que muchos puedan conocer y confesar a Jesús como nuestro Señor y Salvador. Amén.

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