Sexto domingo después de Epifanía
Definiciones al descubierto-Las bendiciones son maldiciones; las maldiciones son bendiciones.
Tema del Día
Por naturaleza suponemos que el reino de Jesús funciona igual que el reino de este mundo. Sin embargo, cuando Jesús nos orienta hacia la vida en su reino, pronto descubrimos lo contrario. Los principios por los que se rige el reino de Jesús son exactamente los opuestos a los del mundo. En el reino de Jesús, todo parece al revés.
Oración del Día
Oh Dios de poder y fuerza, tú sabes que vivimos en medio de muchos y grandes peligros, y que en nuestra fragilidad no podemos mantenernos erguidos. Danos fuerza y protección para sostenernos en todo peligro, y llevarnos a través de todas las tentaciones; por tu Hijo, Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y siempre.
Primera lectura: Jeremías 17:5-8
Jeremías nos enseña: Si un hombre ponía su confianza en carne humana frágil y débil, sería maldecido. Incluso cuando las circunstancias externas eran favorables, tal hombre estaría cegado a ella (versículo 6). Su vida sería como la de un arbusto en un desierto seco y aislado. Sin embargo, si un hombre ponía su confianza en el Señor, sería bendecido. Incluso cuando las circunstancias externas parecieran desfavorables, florecería y prosperaría (versículo 8). Su vida sería como la de un árbol plantado junto a corrientes de agua, que siempre da fruto.
5Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. 6Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada.
7Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. 8Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.
Salmo 1
La Iglesia canta el Salmo 1 en los cultos que subrayan los beneficios de la meditación de la ley del Señor. La Palabra de Dios nos hace florecer y dar buenos frutos, especialmente el amor a Dios, que desemboca en el amor a los seres humanos. El padre de la Iglesia Jerónimo llamó a este salmo «la entrada principal a la mansión del Salterio». Martín Lutero dijo: «El primer salmo es un salmo de consuelo. Nos exhorta a escuchar y aprender con gusto la Palabra de Dios para nuestro propio consuelo. El Salmo 1 coincide con la segunda y tercera petición del Padrenuestro, pues en él oramos por el reino de Dios y la voluntad de Dios, que son transmitidos por la Palabra. El fundamento y la idea principal de este primer salmo es el Tercer Mandamiento, pues alaba la instrucción en la Palabra de Dios, para que la oigamos, aprendamos y leamos con gusto».
1Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
2Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche.
3Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará.
4No así los malos,
Que son como el tamo que arrebata el viento.
5Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio,
Ni los pecadores en la congregación de los justos.
6Porque Jehová conoce el camino de los justos;
Mas la senda de los malos perecerá.
Segunda lectura: 2 Corintios 12:7-10
No sabemos cuál era la espina de Pablo. Es posible que los corintios tampoco lo supieran. Aunque eso nos deja con una curiosidad insatisfecha, también nos ayuda a aplicar a nosotros mismos el principio que Pablo aprendió. Inevitablemente, todo cristiano se encuentra con algo que pone de manifiesto su debilidad: un problema que no puede resolver, una situación que no puede controlar, una tentación que no puede superar o una culpa de la que no puede escapar. Las espinas tienen diferentes formas y tamaños.
7Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; 8respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. 9Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. 10Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
Evangelio: Lucas 6:17-26
Estas Bienaventuranzas no son una versión neotestamentaria del Decálogo. No son un manual de instrucciones que nos muestra cómo vivir para que Dios nos recompense con bendiciones. Más bien, porque Cristo ya ha jugado y ganado con estas reglas, son declaraciones de hecho. Son descripciones de Cristo y de todos los que están en Cristo. Son garantías de las bendiciones que Él ha asegurado.
17Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades; 18y los que habían sido atormentados de espíritus inmundos eran sanados. 19Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos.
20Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
21Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
22Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre. 23Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres con los profetas.
24Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo.
25¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis.
26¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas.
SOMOS BIENAVENTURADOS…NUESTRO ES EL REINO DE DIOS
Hermanos en Cristo: Salmo 1 dice: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos…sino que en la ley de Jehová está su delicia.” ¿Qué significa ser bienaventurado? Para mí, que no hablo español nativamente, quería buscar la definición en el diccionario. Dice que bienaventurado significa “afortunado, feliz”. La palabra “dichoso” también se usa cómo un sinónimo. Creo que, en nuestro mundo, pensamos en términos materiales cuando pensamos en ser bienaventurado. Pensamos en mucho dinero, buena salud, buena familia, buen trabajo, buena casa y cosas así. Para nosotros, ser bienaventurado frecuentemente significa tener una buena vida.
En nuestro texto Jesús hizo algo que a la gente le pareció bienaventurado: sanar. Antes de nuestro texto, Jesús había subido una montaña y había llamado a los 12 discípulos. Después Jesús descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que había venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades (v. 17). Como hemos escuchado en domingos pasados, Jesús ya había sanado a gente. Ahora, las personas en la multitud, tanto judíos como gentiles, querían escuchar las palabras de esta persona y ver si él pudiera sanarlos. Y Jesús los sanó. Los que habían sido atormentados de espíritus inmundos eran sanados (v. 18). Lucas incluso dice que toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos (v. 19). Increíble.
Desde su punto de vista, tal vez los 12 apóstoles pensaban algo así: “Hermanos, ¡que genial! ¡Desde todos sus discípulos Jesús nos llamó para ser sus apóstoles! Ahora él está sanando a la gente. ¡Y somos sus seguidores! ¡Vamos a tener riqueza, fama y poder! Somos bienaventurados”. Tal vez la multitud pensaba: “¡Qué bueno! Tenemos a alguien que puede arreglar todos nuestros problemas en este mundo. ¡Somos bienaventurados!”
Mientras ellos estaban pensando, Jesús empezó a hablar. Este sermón de Jesús que Lucas nos cuenta es probablemente el mismo sermón en Mateo 5, el famoso sermón del monte. Este lugar probablemente fue una parte de la montaña donde Jesús habían llamado a sus apóstoles. Jesús, alzando los ojos hacia sus discípulos (v. 20), hablaba primeramente a ellos, los que creían en él, o sea, los que ya eran cristianos. Pero él también quería que el resto de la multitud escuchara su mensaje y viera lo que significa ser un cristiano. Cuando la gente escuchó la palabra “bienaventurado”, ellos probablemente estaban esperando a escuchar algo grande en los ojos del mundo.
Pero en lugar de esto, ellos escuchan a Jesús hablando sobre cosas extrañas. Bienaventurados vosotros los pobres…bienaventurados los que ahora tenéis hambre…bienaventurados los que ahora lloráis…bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre (v. 20-23). “Espera un momento, Jesús”, tal vez ellos pensaban. “Nos parece que tú estás diciendo que las coas maldecidas en este mundo son de verdad bendecidas. Esto no tiene sentido”.
Pero según Jesús, esto es lo que significa ser bienaventurado. Cuando somos pobres, cuando tenemos hambre, cuando lloramos, cuando estamos perseguidos por ser cristiano, somos bendecidos, porque en estos momentos nos damos cuenta de que este mundo no es nuestro último hogar. El punto de Jesús aquí es que nosotros entendamos que este mundo es temporal, mientras el cielo y el reino de Dios duran para siempre. Como Jesús luego dijo en la parábola sobre el rico insensato que conservó sus graneros para muchos años en esta tierra: “Necio, esta noche vienen pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?” (Lucas 12:20). O como Jesús dijo en otra ocasión, “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará” (Juan 11:25-26). Jesús quiere que vivamos para la eternidad, no simplemente para esta vida. Y estas palabras nos ayudan entender esta verdad.
Pero, “espera un momento, Jesús. No me gusta esto. Quiero que mi vida aquí sea buena. Quiero tener dinero, quiero ser saciado, quiero reír, quiero que otras hablen bien de mí.” Y si ustedes están pensando así, tengo que estar de acuerdo con ustedes. Porque muchas veces tengo estos mismos pensamientos.
Así que, ¿eso es bueno? ¿Qué dice Jesús? Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! porque tendréis hambre. ¡Ay de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis. ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas (v. 24-26). Jesús no está diciendo que es pecado tener bendiciones materiales en nuestra vida. Pero si nosotros nos damos cuenta de que más a menudo que no nos estamos enfocados en vivir por esta vida, Jesús nos advierte: es peligroso vivir así. Como el profeta Jeremías advertía: “Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y en su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien” (Jeremías 17:5-6).
No sé de ustedes, pero me siento culpable al escuchar eso. Reconozco que he pecado contra el 1º mandamiento. He confiado en las cosas de este mundo más que en Dios. Y según la palabra de Dios, soy maldito por eso. Merezco ser como una planta seca en el desierto del infierno para siempre.
Pero si nos sentimos culpables al escuchar estas palabras de Jesús, hay buenas nuevas. Aunque a veces nos puede parecer un poco difícil encontrar el evangelio en estos versículos, el evangelio está aquí. Hermanos en Cristo, el evangelio es él que está diciendo estas palabras: Jesucristo, nuestro Salvador. En esta tierra Jesús era pobre, él tenía hambre, él lloró, y él fue perseguido. Y él experimentó todo esto por nosotros, por todos los tiempos en los que hemos querido vivir como si la tierra fuera nuestro último hogar.
El evangelio está aquí porque Jesús, quien enseñó sobre ser bienaventurado y ser maldecido en un sermón en una montaña, más adelante fue a otra montaña, la montaña de calvario, para morir por nosotros. Él que debió haber sido bienaventurado por siempre poner a Dios en el primer lugar tomó la maldición de Dios que nosotros merecíamos por querer vivir por esta vida más que la vida espiritual. No podemos leer esta sección sin acordarnos de Jesús. Por su obra, somos salvos, y por la fe que el Espíritu Santo nos ha dado, somos bienaventurados por confiar en Jesús como nuestro Salvador. Como Jeremías dijo: “Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas” (Jeremías 17:7-8).
Jesús también quiere que entendamos estas palabras sobre ser bienaventurado en un sentido espiritual. Y la versión de este sermón en Mateo nos ayuda aquí. Somos “pobres en espíritu” (Mateo 5:3) porque no tenemos nada que ofrecer a Dios por nuestra salvación. Tenemos “hambre y sed por justicia” (Mateo 5:6) porque reconocemos que no podemos producir la justicia por nosotros mismos. Día tras día lloramos por nuestros fracasos espirituales. Jesús está describiendo la actitud del arrepentimiento. Cuando entendemos esto, estamos en un buen lugar. Porque cuando estamos aquí, no tenemos otra opción que confiar en Dios por nuestra salvación. Y por eso, somos bienaventurados.
Por Jesús y su obra por nosotros, nuestro es el reino de Dios (v. 20), el reino que nunca va a fallecer. Estas palabras no son una versión nueva de los 10 mandamientos que debemos hacer para ganar el reino de Dios y ser bienaventurados. Jesús ya ha ganado el reino de Dios por nosotros, y ya estamos bienaventurados por confiar en él.
Al entender esta verdad, podemos hacer lo que Jesús dice: Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos (v. 23). Gozarnos en nuestras aflicciones parece muy raro en los ojos del mundo. Pero en realidad, somos bienaventurados. Porque estas aflicciones nos causan ver a nuestro Salvador. Estas aflicciones en el mundo pueden tomar varias formas. El apóstol Pablo, por ejemplo, experimentó algo difícil que él llamó “un aguijón en (su) carne” (2 Corintios 12:7). Sea lo que fuere este aguijón, fue una experiencia muy terrible. Pablo fue maldecido en los ojos del mundo. Pero él fue bienaventurado en los ojos de Dios. ¿Por qué? Porque él podía experimentar la gracia de Dios más. El poder de Dios fue visible en su debilidad. Como el describió: “Y (el Señor) me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Corintios 12:9).
Aunque cada uno de nosotros tiene su propio aguijón en la carne, el Espíritu Santo nos regocija porque nuestro es el reino de Dios (v. 20). El reino de Dios se define como “el ejercicio de la gracia y el poder de Dios para ellos que creen en él”. Nosotros estamos en este reino ahora por la fe, y es por esto que nos podemos considerar bienaventurados. La gracia de Dios es suficiente para nosotros, y Dios nos fortalece la fe en las aflicciones como enfermedad, desempleo, divorcio, separaciones, muerte y cosas así. Después de que morimos, vamos a llegar al cielo y vivir el reino de Dios en su plenitud, sin pecado. Entonces seremos saciados y vamos a reír (v. 21). Vamos a recibir nuestro galardón de estar con Jesús en el cielo para siempre.
Hasta entonces, vamos a seguir leyendo la Biblia, donde estamos conectados con la gracia de Dios que es suficiente para nosotros. Porque, como Salmo 1 dice, “Bienaventurado el varón que…en la ley de Jehová está su delicia…Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará” (Salmo 1:1-3). Con la ayuda de Dios, vamos a confiar en Dios incluso cuando el mundo nos ve como malditos. Somos bienaventurados porque nuestro es el reino de Dios (v. 20). Amén.
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