Segundo domingo de Cuaresma
Contra la roca de la determinación, los atajos se aplastan.
Tema del Día
Como vimos la semana pasada, la esencia de esas tentaciones es también la esencia de las tentaciones a las que nos enfrentamos. Incluso en un mundo tan dividido como el nuestro, hay un acuerdo casi universal en que el camino preferido hacia la gloria que buscamos es el más corto y fácil. Caminar por la senda que nos marca nuestro Salvador, en la que la cruz precede a la corona, nos aleja del mundo.
Oración del día
Dios todopoderoso, que ves que no tenemos poder para defendernos. Guárdanos y guárdanos tanto exterior como interiormente de todas las adversidades que puedan suceder al cuerpo y de todos los malos pensamientos que puedan asaltar y herir el alma; por tu Hijo, Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y siempre.
Primera lectura: Jeremías 26:8-15
El mensaje del Señor para Jeremías no era diferente de lo que había sido anteriormente. Le dijo a su profeta que exhortara al pueblo a apartarse de sus malos caminos, no fuera que su ciudad y su templo fueran destruidos.
8Y cuando terminó de hablar Jeremías todo lo que Jehová le había mandado que hablase a todo el pueblo, los sacerdotes y los profetas y todo el pueblo le echaron mano, diciendo: De cierto morirás. 9¿Por qué has profetizado en nombre de Jehová, diciendo: Esta casa será como Silo, y esta ciudad será asolada hasta no quedar morador? Y todo el pueblo se juntó contra Jeremías en la casa de Jehová.
10Y los príncipes de Judá oyeron estas cosas, y subieron de la casa del rey a la casa de Jehová, y se sentaron en la entrada de la puerta nueva de la casa de Jehová. 11Entonces hablaron los sacerdotes y los profetas a los príncipes y a todo el pueblo, diciendo: En pena de muerte ha incurrido este hombre; porque profetizó contra esta ciudad, como vosotros habéis oído con vuestros oídos. 12Y habló Jeremías a todos los príncipes y a todo el pueblo, diciendo: Jehová me envió a profetizar contra esta casa y contra esta ciudad, todas las palabras que habéis oído. 13Mejorad ahora vuestros caminos y vuestras obras, y oíd la voz de Jehová vuestro Dios, y se arrepentirá Jehová del mal que ha hablado contra vosotros. 14En lo que a mí toca, he aquí estoy en vuestras manos; haced de mí como mejor y más recto os parezca. 15Mas sabed de cierto que si me matáis, sangre inocente echaréis sobre vosotros, y sobre esta ciudad y sobre sus moradores; porque en verdad Jehová me envió a vosotros para que dijese todas estas palabras en vuestros oídos.
Salmo 42
La Iglesia canta el Salmo 42 en los servicios que reconocen la realidad de las fuerzas que obstaculizan la predicación del Evangelio, ya sean tormentas naturales u oposición humana. Este salmo inicia el Libro II del Salterio, donde la palabra hebrea para Dios (Elohim) es más común que la palabra hebrea para Señor (Yahvé). Los salmos 42 y 43 forman una pareja. Martín Lutero dijo: «El Salmo 42 es un salmo de oración. El escritor lamenta el dolor de su corazón. Parece que Dios está enfadado con él y le ha afligido. Quiere ir a la casa de Dios y escuchar su Palabra, que le consuela. Dios se hace presente a través de su Palabra en su casa, y allí revela su gracia».
Al músico principal. Masquil de los hijos de Coré.
1Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas,
Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.
2Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo;
¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?
3Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche,
Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?
4Me acuerdo de estas cosas, y derramo mi alma dentro de mí;
De cómo yo fui con la multitud, y la conduje hasta la casa de Dios,
Entre voces de alegría y de alabanza del pueblo en fiesta.
5¿Por qué te abates, oh alma mía,
Y te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío.
6Dios mío, mi alma está abatida en mí;
Me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán,
Y de los hermonitas, desde el monte de Mizar.
7Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas;
Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí.
8Pero de día mandará Jehová su misericordia,
Y de noche su cántico estará conmigo,
Y mi oración al Dios de mi vida.
9Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de mí?
¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo?
10Como quien hiere mis huesos, mis enemigos me afrentan,
Diciéndome cada día: ¿Dónde está tu Dios?
11¿Por qué te abates, oh alma mía,
Y por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío.
Segunda Lectura: Evangelio de Lucas 13:31-35
De todas las veces que se le ofreció a Jesús un atajo hacia la gloria, este caso es quizá el más sorprendente. Jesús viajaba por el territorio de Herodes Antipas, tetrarca de Galilea y Perea, cuando los fariseos de aquella región informaron a Jesús de que Herodes quería matarlo. ¿Era realmente así, o se trataba de una historia inventada? ¿Advertían sinceramente a Jesús, o lo manipulaban para servir a sus propios fines?
31Aquel mismo día llegaron unos fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar. 32Y les dijo: Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra. 33Sin embargo, es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén. 34¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste! 35He aquí, vuestra casa os es dejada desierta; y os digo que no me veréis, hasta que llegue el tiempo en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor.
Texto Sermón: Filipenses 3:17-4:1
Muchos viven como enemigos de la cruz de Cristo. Esto era cierto en tiempos de Pablo, y no lo es menos en los nuestros. Sin embargo, lo que convierte a una persona en enemiga de la cruz de Cristo no siempre tiene que ver con la cruz que llevó Jesús. A menudo es sobre las cruces que nos pide que llevemos. Ser seguidor de Jesús no significa simplemente reconocer su cruz como el único camino de salvación. A ese reconocimiento le sigue rápidamente la comprensión de que nuestro camino por la vida se parecerá al suyo.
17Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. 18Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; 19el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal. 20Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; 21el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.
4
1Así que, hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados.
Nuestra Ciudadanía está en los Cielos
Hermanos en Cristo: ¿Qué significa la ciudadanía? ¿Qué beneficios recibe por ser un ciudadano? Hace 2 semanas, yo estuve en la oficina de la migración de Colombia tratando de recibir mi cedula de extranjería. Ésta es la última parte de mi proceso de estar aquí legalmente. Es difícil conseguir la ciudadanía (o algo similar como la cedula de extranjería). Es más fácil cuando se ha nacido en el país. La ciudadanía resulta que la vida es más fácil en un país. Usted tiene más derechos y privilegios. No tiene que preocuparse de ser deportado y tiene la protección del gobierno.
Filipos era una colonia romana. Roma era el poder mundial, y los ciudadanos de Filipos poseían los derechos de los romanos. Con el idioma, la cultura, y la protección de Roma, ellos se sentían que Roma fue su hogar. Ellos estaban orgullosos de su ciudadanía. Esta ciudadanía les dio una vida mejor.
Antes de nuestro texto, Pablo había dicho a los filipenses que las cosas de este mundo no tienen ninguna comparación con el valor de ser justificado en Jesús por la fe: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe” (3:8-9). Ser justificado en la cruz de Cristo es una bendición.
Pero en nuestro texto, Pablo dice que hay enemigos de la cruz de Cristo. Hay enemigos de este mensaje de la justificación en Cristo Jesús: Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo (v. 18). Hay 2 tipos de enemigos de la cruz de Cristo. El primer tipo son ellos que quieren ser justificados por sus propias obras de la ley, como Pablo describió antes. El segundo tipo son los que piensan que pueden vivir como quieran, los que sólo piensan en lo terrenal (v. 19).
Es muy triste darnos cuenta de que hay enemigos de este mensaje bonito de la salvación en Jesús. También puede ser aterrador pensar que los pensamientos de los enemigos de la cruz de Cristo son tentaciones para nosotros también. ¿Alguna vez hemos sido enemigos de la cruz de Cristo? Pablo dice que el dios de los enemigos es el vientre, y la gloria de ellos es su vergüenza (v. 18). Aunque probablemente no seamos personas que quieren comer en exceso o emborracharnos o que vivamos una vida de pecado abierto, creo que podemos decir que hemos querido vivir por las cosas buenas en este mundo. Hemos querido tener dinero, alcanzar una buena vida con la familia y tener buena salud. Estas cosas no son malas. Pero no queremos que estas cosas sean la meta de nuestras vidas.
Es fácil ser enemigos de la cruz de Cristo en este mundo pecaminoso. Este mundo quiere que pensemos que somos ciudadanos de este mundo. Este mundo nos dice que podemos ganar nuestra salvación por nuestras obras. Este mundo dice que la meta de la vida es buscar lo mejor y lo más fácil, incluso si ponemos estos deseos antes de Dios.
Pero es un pecado contra el 1º mandamiento pensar que nuestra ciudadanía está en esta tierra. Y por ser un enemigo de la cruz de Cristo, estamos en peligro eterno. Es por lo que Pablo estaba triste y por lo que él les advertía a los filipenses sobre esta tentación muchas veces en el pasado (v. 18): El fin de los cuales será perdición (v. 19) en el infierno para siempre. Nosotros también hemos recibido el mensaje de la salvación. Pablo nos advierte para que no seamos como lo que fue sembrado en los espinos en la parábola del sembrador: “El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (Mateo 13:22).
Este asunto es muy serio. Así que, ante este peligro, ¿qué dice Pablo? Mas nuestra ciudadanía está en los cielos (v. 20). Pablo literalmente dice “nuestra ciudadanía existe en el cielo”. Estimados hermanos en Cristo, ¿sabe lo que significa esto? Nuestra ciudadanía ya está en los cielos. Esta realidad ya existe. ¿Por qué? Por lo que Jesús hizo. Sí, ya sabemos que la ciudadanía es difícil alcanzar. Pero gracias a Jesús que no tenemos que hacer nada para alcanzarlo. Como un abogado que ayuda a alguien conseguir la ciudadanía, Jesús es nuestro abogado. Jesús alcanzó la ciudadanía en los cielos por nosotros. Él dejó su ciudadanía en los cielos para venir a este mundo, hacerse hombre y llevar una vida perfecta por nosotros. Él murió y él resucito también, todo para ganarnos la ciudadanía en los cielos. Hermanos en Cristo, somos ciudadanos de los cielos. Esto es lo que somos.
La ciudadanía romana fue importante para los filipenses. Pero cuando ellos escucharon las palabras de Pablo, me imagino que, para ellos, la ciudadanía romana no valía nada en comparación con la ciudadanía de los cielos. Aunque ellos tenían muchos derechos como ciudadanos romanos, ellos tenían mejores derechos como ciudadanos de los cielos. Ellos eran hijos de Dios. Ellos tenían el perdón del pecado y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento. Ellos no temían la muerte. Por Jesús, ellos tenían la confianza de que cuando llegaran al cielo y escucharan a Dios preguntarles, “¿Por qué debería dejarte entrar a mi cielo?”, ellos podrían responder, “Por qué Jesús, mi Salvador, vivió, murió, y resucitó por mí.” Estos son buenos derechos. Y estos derechos son nuestros, porque nuestra ciudadanía está en los cielos.
Entonces, estimados hermanos en Cristo, como ciudadanos del cielo, ¿cómo debemos vivir en este mundo? Pues, tenemos que cuidarnos de la actitud de que somos ciudadanos de este mundo. En vez de enfocarnos en lo terrenal (v. 18), tenemos que estar firmes en el Señor (4:1). Como Pablo dice en Colosenses 3:2: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”. En lugar de seguir la mejor vida aquí, es mejor prepararnos para el cielo. Queremos leer la Biblia, queremos venir a la iglesia, queremos orar a Dios por la ayuda y queremos animar a nuestros hermanos en Cristo con el mensaje que nuestra ciudadanía está en los cielos.
Pablo también habla de la importancia de tener buenos ejemplos: Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros (v. 17). Es una gran bendición tener un buen ejemplo cristiano. Pablo no querían que los filipenses siguieran su ejemplo porque él era una buena persona. Él siguió el Señor, y por decir esto, él estaba diciendo que él era un ejemplo para los filipenses de cómo se ve una vida de seguir al Señor. Hermanos en Cristo, piensen: ¿Quién ha sido un buen ejemplo cristiano para usted en la vida? ¿Cómo usted mismo puede ser un buen ejemplo cristiano para alguien más?
En mi tiempo aquí he visto muchos buenos ejemplos de ustedes. A mí me han animado ustedes por su manera de vivir una vida cristiana, especialmente en los desafíos de este mundo. ¡Qué bueno que pueda estar aquí y ser animado por ustedes! Y oro que por este mensaje, ustedes pueden ser animados por estas palabras. ¡Que chévere que yo, un estadounidense, y ustedes, los colombianos, nos podemos fortalecer unos a otros en esta vida cristiana con la verdad que nuestra ciudadanía está en los cielos.
Hermanos en Cristo, aunque este mundo sea malo y no sea como queremos, aunque es difícil ser un ciudadano de los cielos cuando la ciudadanía de este mundo frecuentemente nos parece más atractivo, Jesús nos promete una ciudadanía mejor. Él lo demuestra por prometernos la resurrección de nuestros cuerpos: Nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas (v. 20-21).
Muchas veces nuestra mala salud nos recuerda de que nuestra ciudadanía no está en esta tierra. Pero si Jesús puede transformar nuestros cuerpos enfermos a un cuerpo glorioso, definitivamente puede transformar cada otra cosa mala en este mundo a gloria en el cielo. Tenemos esta promesa de Dios. Jesús ganó la gloria a través de la humildad. Similarmente nosotros vamos a recibir la gloria del cielo a través de la humildad que experimentamos en este mundo, porque nuestra ciudadanía está en los cielos.
Entonces, hermanos en Cristo, anhelemos y esperemos la segunda venida de Jesucristo. No persigamos las cosas de este mundo. Más bien, nos preparemos para el cielo. Ya sabemos que la ciudadanía en este mundo es difícil conseguir. Y ya sabemos que la ciudadanía de los cielos es imposible ganar por nosotros mismos. Pero, gracias a Jesús—nuestro abogado—y su obra, esta ciudadanía ya es nuestra. Y tenemos todas las bendiciones. Tenemos el perdón de los pecados. Tenemos la paz de Dios. Y tenemos la esperanza de los cielos, porque nuestra ciudadanía está en los cielos. Así que, hermanos en Cristo, los dejo con estas palabras de Pablo: Hermanos míos, amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados (4:1). Amén.
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