Viernes Santo
Su castigo, nuestra paz.
Tema del Día
Las aparentes contradicciones del Viernes Santo se resuelven en la realidad oculta de este día. Al comienzo de la Cuaresma, vimos cómo Jesús era obediente a la ley. Al llegar a la culminación de la Cuaresma, lo vemos obediente a la muerte exactamente de la misma manera: vicaria y victoriosamente. Su castigo es nuestra paz.
Oración del día
Dios santísimo, mira con misericordia a ésta, tu familia, por la que nuestro Señor Jesucristo estuvo dispuesto a ser traicionado, a ser entregado en manos de los malvados y a sufrir la muerte en la cruz. Consérvanos siempre fieles a él, nuestro único Salvador, que ahora vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos.
Primera lectura: Isaías 52:13-53,12
Dentro de este cuarto y último «Canto del Siervo» de Isaías, nuestra atención gravita naturalmente hacia su centro. La parte central de este canto de cinco secciones que muchos consideran el centro de toda la segunda mitad de Isaías, proclama la buena nueva del Viernes Santo de una forma tan hermosa como clara.
52
13He aquí que mi siervo será prosperado, será engrandecido y exaltado, y será puesto muy en alto. 14Como se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres, 15así asombrará él a muchas naciones; los reyes cerrarán ante él la boca, porque verán lo que nunca les fue contado, y entenderán lo que jamás habían oído.
53
1¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? 2Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. 3Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.
4Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. 5Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. 6Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.
7Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. 8Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. 9Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.
10Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. 11Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. 12Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.
Salmo 22
La Iglesia canta el Salmo 22 en los servicios que conmemoran el sufrimiento y la muerte de Jesús. Se cita con frecuencia en el Nuevo Testamento, incluso de labios del Salvador cuando sufrió por nosotros en la cruz. Martin Lutero dijo: «El Salmo 22 es una profecía del sufrimiento y la resurrección de Cristo. Por encima de cualquier otra Escritura señala claramente el tormento de Cristo en la cruz (tanto interno como externo). En ninguna otra parte de los profetas una persona encuentra algo tan similar con tanta claridad, y es de hecho uno de los salmos principales, ya que presenta el mensaje del Evangelio para que todo el mundo lo oiga y crea».
Al músico principal; sobre Ajelet-sahar. Salmo de David.
1Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?
2Dios mío, clamo de día, y no respondes;
Y de noche, y no hay para mí reposo.
3Pero tú eres santo,
Tú que habitas entre las alabanzas de Israel.
4En ti esperaron nuestros padres;
Esperaron, y tú los libraste.
5Clamaron a ti, y fueron librados;
Confiaron en ti, y no fueron avergonzados.
6Mas yo soy gusano, y no hombre;
Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo.
7Todos los que me ven me escarnecen;
Estiran la boca, menean la cabeza, diciendo:
8Se encomendó a Jehová; líbrele él;
Sálvele, puesto que en él se complacía.
9Pero tú eres el que me sacó del vientre;
El que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre.
10Sobre ti fui echado desde antes de nacer;
Desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios.
11No te alejes de mí, porque la angustia está cerca;
Porque no hay quien ayude.
12Me han rodeado muchos toros;
Fuertes toros de Basán me han cercado.
13Abrieron sobre mí su boca
Como león rapaz y rugiente.
14He sido derramado como aguas,
Y todos mis huesos se descoyuntaron;
Mi corazón fue como cera,
Derritiéndose en medio de mis entrañas.
15Como un tiesto se secó mi vigor,
Y mi lengua se pegó a mi paladar,
Y me has puesto en el polvo de la muerte.
16Porque perros me han rodeado;
Me ha cercado cuadrilla de malignos;
Horadaron mis manos y mis pies.
17Contar puedo todos mis huesos;
Entre tanto, ellos me miran y me observan.
18Repartieron entre sí mis vestidos,
Y sobre mi ropa echaron suertes.
19Mas tú, Jehová, no te alejes;
Fortaleza mía, apresúrate a socorrerme.
20Libra de la espada mi alma,
Del poder del perro mi vida.
21Sálvame de la boca del león,
Y líbrame de los cuernos de los búfalos.
22Anunciaré tu nombre a mis hermanos;
En medio de la congregación te alabaré.
23Los que teméis a Jehová, alabadle;
Glorificadle, descendencia toda de Jacob,
Y temedle vosotros, descendencia toda de Israel.
24Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido,
Ni de él escondió su rostro;
Sino que cuando clamó a él, le oyó.
25De ti será mi alabanza en la gran congregación;
Mis votos pagaré delante de los que le temen.
26Comerán los humildes, y serán saciados;
Alabarán a Jehová los que le buscan;
Vivirá vuestro corazón para siempre.
27Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra,
Y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti.
28Porque de Jehová es el reino,
Y él regirá las naciones.
29Comerán y adorarán todos los poderosos de la tierra;
Se postrarán delante de él todos los que descienden al polvo,
Aun el que no puede conservar la vida a su propia alma.
30La posteridad le servirá;
Esto será contado de Jehová hasta la postrera generación.
31Vendrán, y anunciarán su justicia;
A pueblo no nacido aún, anunciarán que él hizo esto.
Segunda lectura: Gálatas 3:10-13
El Viernes Santo, Jesús resolvió una contradicción que Dios mismo había creado. Declaró que todo el que no haga continuamente lo que está escrito en el Libro de la Ley será maldito. Sin embargo, Dios también prometió que los que confían en la fe serán bendecidos como lo fue Abraham. Dios resuelve la contradicción que creó. Lo hace con la muerte de su Hijo, Jesucristo. Dios puede mantener tanto las amenazas de la ley como la promesa de la fe gracias a lo que sucedió el Viernes Santo: «Cristo nos redimió de la maldición de la ley, y por nosotros se hizo maldición»
10Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. 11Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero).
Evangelio: Juan 19:17-30
El «discípulo a quien Jesús amaba», pudo haber sido el único de los Doce que fue testigo presencial de la crucifixión. Mientras estaba allí aquel viernes, vio cómo estas palabras de Jesús llegaban a su culminación. En la cruz, Jesús fue despojado de sus últimas posesiones terrenales mientras los soldados se repartían las ropas de Jesús. A continuación, Jesús cortó la última de sus relaciones terrenales, entregando a su madre, María, a Juan y a él a ella. Sabiendo que su obra como Redentor había concluido, Jesús quiso que el mundo conociera la buena nueva. Haciendo acopio de sus últimas fuerzas, exclamó: «Consumado es». La pena por el pecado del mundo había sido pagada en su totalidad.
17Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; 18y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. 19Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS. 20Y muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y el título estaba escrito en hebreo, en griego y en latín. 21Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos: No escribas: Rey de los judíos; sino, que él dijo: Soy Rey de los judíos. 22Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito.
23Cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo. 24Entonces dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será. Esto fue para que se cumpliese la Escritura, que dice:
Repartieron entre sí mis vestidos,
Y sobre mi ropa echaron suertes.
Y así lo hicieron los soldados. 25Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. 26Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. 27Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
28Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. 29Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. 30Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.
NUESTRO REY CONSUMO NUESTRA ETERNIDAD
La doctrina fundamental donde está basada la enseñanza de la Escritura y la fe de todo creyente, es la justificación por medio de la fe, pero el diablo ha hecho que haya grandes debates sobre este punto y por esto encontramos diferentes interpretaciones en cuanto a esta doctrina. En los días de Jesús era claro que los judios solo creían que eran salvos por ser descendientes de Abraham y en muchas oportunidades le hicieron saber a Jesús que ellos tenían el cielo ganado por ser hijos de Abraham. Esta falsa doctrina continuó por siglos hasta que fue fundada la iglesia de Roma después del año 313 donde empezó a enseñar la gracia infusa, donde ellos afirman que el Espíritu Santo da a las personas la capacidad de hacer obras para ser salvos. Encontramos después de la reforma como iniciaron las iglesias reformadas a enseñar que el hombre necesita dejar de hacer ciertas cosas para ser salvo y de esta falsa doctrina nacieron las iglesias que llamamos pentecostales y evangélicas. Pero este tema se pone más interesante porque hay congregaciones que tienen una combinación de las tres posturas a cerca de la salvación, hablan como los judaizantes a la iglesia de los Gálatas: “crean en Jesús, pero también hay que circuncidarse, y por esto hoy escuchamos: crean en Jesús como salvador, pero hay que hacer o dejar de hacer obras para ser salvos”. El gran ganador de toda esta confusión que hay en el mundo cristiano es el diablo y el gran perdedor es todo aquel que confia en sus obras para ir al cielo porque serán condenados al rechazar a Cristo Jesús, el que no cree es condenado (Juan 3:18). Pero ¿nosotros aún tenemos dudas de la salvación por gracia o dudas en cuanto al papel de las obras en nuestra vida cristiana? Si tenemos este conflicto es porque el diablo nos tiene confundidos y no dejamos trabajar al Espíritu Santo en nuestras vidas y por pecar en contra del Espíritu Santo con el segundo mandamiento nos lleva a negar la enseñanza de la Escritura y por ende tenemos un problema con el Padre en los cielos por querer ser salvos por nuestras obras y por esto también merecemos la muerte eterna.
¿Qué necesidad tenia Jesús de morir en la manera cruel que lo hizo? Realmente Él es Dios y solo con el poder de su Palabra nos hubiera salvado. Pero encontramos que el Dios que creo los cielos y la tierra, aquel único que creo a Adán y Eva los cuales pecaron en el Edén desobedeciendo la Palabra de Dios y obedeciendo a la palabra del diablo dio una promesa: Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. (Génesis 3:15) La Simiente prometida es el Mesías, y en todo el Antiguo Testamento disfrutamos como se mantuvo esta promesa viva de generación en generación por medio del Espíritu Santo que inspiro desde Moisés hasta el profeta Malaquías para que hablaran de la venida de esta simiente. Pero dentro de estas profecias es muy marcada la manera que Él iba aplastar la cabeza a satanás. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. (Isaías 53:3), en el Salmo 22 nos dice: 16Porque perros me han rodeado; Me ha cercado cuadrilla de malignos; Horadaron mis manos y mis pies. 17Contar puedo todos mis huesos; Entre tanto, ellos me miran y me observan. 18Repartieron entre sí mis vestidos, Y sobre mi ropa echaron suertes. (Salmo 22:16-18). Todos sabían que la manera que el Mesías iba a aplastar la cabeza al diablo era con su muerte, porque este fue el daño que hizo el diablo en el Edén, entro la muerte al mundo en tres sentidos, muerte espiritual, muerte eterna y muerte física. Él Mesías vino arreglar esto con su muerte, para vencer el daño que hizo el maligno y así destruirlo cumpliendo la promesa que Dios dio en el Edén.
Un testigo de todo el sufrimiento de Jesús, es el discípulo amado, el apóstol Juan, me imagino con lágrimas en sus ojos escribiendo inspirado por el Espíritu Santo este relato del sufrimiento y muerte de su Señor, que también es nuestro Señor. Dios usó la fiesta de la Pascua para cambiar del Antiguo Pacto al Nuevo Pacto donde estaba centrado en la obra del Mesías. Jerusalén estaba lleno de adoradores, estando allí los enemigos de Jesús quienes con mentiras tomaron preso a Jesús porque no creían que era el Hijo de Dios y lo acusaron falsamente de blasfemo, pero como no podían condenarle a muerte Dios uso la falta de firmeza de Pilato para condenar a Jesús de morir como un malvado criminal en la Cruz, en el monte Gólgota o llamado también de la Calavera. No sólo fue juzgado y crucificado como un criminal, sino que estaba en medio de dos criminales y esto muestra todo el desprecio que Jesús sufrió de parte de su pueblo. El dolor producido por los latigazos, la corona de espinas en su cabeza, el momento que los clavos perforaron sus manos y sus pies para ser colgado de la cruz es un dolor que no alcanzamos imaginarnos, la humillación de parte de los soldados al echar suertes sobre la túnica de Jesús, la sed que tenía en el momento de su agonía muestra no solo el cumplimiento de las profecías sino como Jesús usó todo esto para aplastar la cabeza de satanás cumpliendo lo dicho por el profeta Isaías: 5Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. 6Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. (Isaías 53:5-6). Pero el diablo ese día estaba desesperado y por esto uso a los principales sacerdotes para que siguieran presionando a Pilato y cambiara el mensaje que estaba en hebreo, griego y latín, no escribas: Rey de los judíos, sino, que él dijo: soy Rey de los judíos. No se podía cambiar esta verdad que había en la Cruz, porque sí había un Rey verdadero muriendo no solo por su pueblo sino por el mundo entero.
El Espíritu Santo muestra que hubo testigos de la muerte de Jesús, las mujeres debajo de la cruz como su madre, la esposa de Cleofás y María Magdalena y el mismo apóstol que escribió este pasaje. Ellos fueron testigos no solo de la agonía de Jesús sino de las palabras que dijo en la cruz, las cuales es una combinación de la Ley y el Evangelio, tanto que Lucas registra que uno de los malhechores que estaba crucificado creyó en Jesús y desde ese momento estaba en el paraíso, pero también nos cuenta como se preocupó por la vida espiritual de su madre que la dejó al cuidado de Juan, el discípulo amado. Estos testigos presenciales están allí para hablar a otros de la muerte de su Señor y el Espíritu Santo usó al apóstol Juan para escribir el momento en el cuál Jesús dijo: consumado es. Su tarea como el único Hijo del Padre Celestial ya estaba cumplida.
Así fue como aplastó la cabeza al diablo en la cruz, con su muerte. Pedro, ese día estaba escondido por miedo a los judíos y los soldados romanos, igualmente triste por haber negado conocer a su Señor, pero tiempo después, el Espíritu Santo le inspiró para que escribiera de su perfección en la cruz: 22el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; 23quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente (1 Pedro 2:22-23) en medio de toda la humillación y sufrimiento nunca pecó por amor a nosotros y por esto somos perdonados. Pablo también nos habla del Beneficio para nosotros de la muerte de Jesús: el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación. (Romanos 4:25). Venció al diablo, la muerte y el pecado. Hoy es un día para dar gracias a Dios que nuestra salvación no depende de nuestras obras sino de la obra de Cristo en su vida perfecta, muerte y resurrección. Hoy encontramos sentido a las palabras de Pablo a los Efesios 8Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9). El regalo inmerecido que nuestro Dios nos dio por medio de Jesucristo no podemos cambiarlo o interpretarlo de manera diferente, es solo por su Gracia que nos salvó y por esta Gracia estaremos en el cielo porque en la cruz fuimos reconciliados con nuestro Dios por siempre. Amén
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