Duodécimo Domingo de Pentecostés

Los humildes serán exaltados; los exaltados serán humillados.

Tema del Día

Las palabras de Jesús esta semana nos confrontan, por tanto, no dándonos información que no tengamos ya, sino obrando en nosotros la transformación que necesitamos. En lugar de minimizar o descartar el orgullo como un pecado común e inofensivo, Jesús nos confronta con la verdad sobre el orgullo. Los que se enaltecen serán humillados.  Además, Jesús nos confronta con la promesa que necesitamos para liberarnos de la trampa del orgullo. Nuestra exaltación no necesita ser nuestra responsabilidad porque Jesús ya la ha hecho suya. Los que se humillan serán exaltados.

Oración del día

Señor de gracia y misericordia, enséñanos por tu Espíritu Santo a seguir el ejemplo de tu Hijo en la verdadera humildad, para que podamos resistir las tentaciones del demonio y, con corazón y mente puros, evitemos el orgullo impío; por tu Hijo Jesucristo, Señor nuestro, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y siempre.

Primera lectura: Proverbios 25:6-7

Hay una sabiduría evidente en lo que Jesús enseña sobre el orgullo y la humildad en el Evangelio de hoy. De hecho, a cada uno le conviene actuar de acuerdo con esa sabiduría. Los que intentan exaltarse constantemente tienen muchas probabilidades de que les vaya mal. A los que siempre están dispuestos a humillarse, les irá bien.

            6No te alabes delante del rey,

Ni estés en el lugar de los grandes;

            7Porque mejor es que se te diga: Sube acá,

Y no que seas humillado delante del príncipe

A quien han mirado tus ojos.

Salmo 112

La Iglesia canta el Salmo 112 en los servicios que animan a vivir con perspicacia basándose en el conocimiento de lo que Dios ha declarado que somos. Emparejado con el Salmo 111, es un acróstico corto, y refleja el espíritu del Salmo 1. Martín Lutero dijo: «El Salmo 112 es un salmo de consuelo. Se alaba a las personas piadosas y temerosas de Dios por su buena vida, y se les promete consuelo ante el mal. Se les anima especialmente a una sincera confianza y consuelo en la gracia de Dios».

Aleluya.

1ienaventurado el hombre que teme a Jehová,

Y en sus mandamientos se deleita en gran manera.

2Su descendencia será poderosa en la tierra;

La generación de los rectos será bendita.

3Bienes y riquezas hay en su casa,

Y su justicia permanece para siempre.

4Resplandeció en las tinieblas luz a los rectos;

Es clemente, misericordioso y justo.

5El hombre de bien tiene misericordia, y presta;

Gobierna sus asuntos con juicio,

6Por lo cual no resbalará jamás;

En memoria eterna será el justo.

7No tendrá temor de malas noticias;

Su corazón está firme, confiado en Jehová.

8Asegurado está su corazón; no temerá,

Hasta que vea en sus enemigos su deseo.

9Reparte, da a los pobres;

Su justicia permanece para siempre;

Su poder será exaltado en gloria.

10Lo verá el impío y se irritará;

Crujirá los dientes, y se consumirá.

El deseo de los impíos perecerá.

Segunda lectura: Santiago 2:1-13

Los cristianos judíos dispersos por el Imperio Romano no habían experimentado mucha exaltación como resultado de su fe. Al contrario, habían experimentado «diversas pruebas» Como resultado, se podía entender que estos cristianos se sintieran tentados a mostrar favoritismo cuando entraba gente nueva en sus reuniones.

1Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas. 2Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, 3y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; 4¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos? 5Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? 6Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales? 7¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre vosotros?

8Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; 9pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. 10Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. 11Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley. 12Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad. 13Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio.

Evangelio: Lucas 14:1,7-14

Mientras Jesús pasaba por varias ciudades y pueblos, enseñando en su camino a Jerusalén (Lucas 13:22), evidentemente consiguió una invitación para cenar en la casa de un fariseo prominente en una de esas ciudades. A la hora de la cena, los invitados se disputaban los puestos de honor. No tenían ningún problema en tratarse mal unos a otros si eso servía a sus propios intereses. Por eso, Jesús les advirtió: «todo el que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.»

1Aconteció un día de reposo,* que habiendo entrado para comer en casa de un gobernante, que era fariseo, éstos le acechaban.

7Observando cómo escogían los primeros asientos a la mesa, refirió a los convidados una parábola, diciéndoles: 8Cuando fueres convidado por alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él, 9y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: Da lugar a éste; y entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar. 10Mas cuando fueres convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa. 11Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.

12Dijo también al que le había convidado: Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado. 13Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; 14y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos.

HERMANOS AQUÍ SOMOS IGUALES COMO LO SEREMOS EN EL CIELO

La vanidad no es una palabra que podemos usar solo para describir acciones de los demás, sino que es una buena expresión para describirnos a nosotros mismos, en el hebreo esta palabra tiene el significado de vapor, actuar sin sentido o algo que es irreal. En el griego esta palabra tiene el sentido de algo vacío o inútil. Nuestra niñez se puede resumir mayormente con una frase, ser felices. Jugábamos con una piedra, las niñas con una muñeca sin ojos o calva, haciamos carros o aviones con una hoja de papel, peleábamos por los juguetes que no eran nuestros y después terminábamos juntos jugando con el mismo juguete y comíamos todo lo que nos dieran. Creo que si les pregunto como fue la niñez de cada uno de ustedes solo pueden recordar lo felices que éramos. Pero llegó la famosa edad de la pubertad y la juventud, la edad de las confusiones y de creer que somos incomprendidos, la edad donde comienza la vanidad y el orgullo porque queremos vernos mejores que los demás, no solo en lo físico sino también en lo profesional y en todo lo que vivimos. Después de 25 años de haberme graduado del colegio hicimos una fiesta de reencuentro y en ella estábamos muy felices de escuchar y ver a los amigos de la infancia y la juventud que no vimos por muchos años, pero vaya sorpresa como cambiamos, todos venimos del mismo barrio y lo olvidamos al querer mostrar que somos mejores que otros, solo escuchaba hablar de cuanto ganaba y que carro o moto tenían y como sus hijos también iban a una universidad tratando de mostrar quién era mejor que el otro, en resumidas cuentas fue bueno ver los amigos, pero es interesante ver la vanidad de todos nosotros.

Somos vanidosos y orgullosos todos los que estamos aquí, nuestra naturaleza pecaminosa le gusta llamar la atención, ser el centro de las conversaciones, mostrar que tenemos la mejor vestimenta y queremos siempre tener la razón porque pensamos que nunca nos equivocamos. Jesús mostró este pecado de los fariseos y escribas: 6aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, 7y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. (Mateo 23:6-7). Pero sus discípulos por la vanidad también tuvieron problemas entre ellos 33Y llegó a Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? 34Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quién había de ser el mayor. (Marcos 9:33-34). Estos dos ejemplos son una buena ilustración para nosotros, vanidosos y orgullosos. El quinto mandamiento nos muestra este pecado porque afecta nuestra vida y la de los demás, cada vez queremos mostrar que somos más importantes e indispensables que otros reflejándolo no solo con envidia y egoísmo que se transforma en peleas, conflictos, rencillas, separaciones. Pero también en momentos así, llega la depresión y la ansiedad, esto llega a nuestra vida porque no somos capaces de controlar lo que sucede a nuestro alrededor y por la vanidad y el orgullo terminamos enfermos físicamente, emocionalmente y espiritualmente por la falta de confianza en nuestro Dios y por esto merecemos la muerte eterna a causa de nuestra vanidad acompañada del orgullo.

Esta carne vanidosa y orgullosa pasará por la muerte como consecuencia del pecado original, si no viene Jesús antes que pasemos por el aguijón de la muerte. Tenemos esperanza puesto que el Espíritu Santo ha puesto la fe en Cristo Jesús en nuestras vidas y es aquí donde fue vencida nuestra vanidad y orgullo al saber que moriríamos eternamente en el infierno. El temor al castigo eterno nos llevó al evangelio que cambió nuestro destino por la obra de Jesús. En el evangelio para hoy vemos como no tuvo miedo de señalar la actitud de los fariseos en esta comida, ellos buscaban los primeros lugares, este fariseo, que no sabemos su nombre y que le invitó a comer sólo había invitado aquellos que le podian pagar esta invitación con otra invitación. Jesús usó este momento para ser nuestro sustituto al contar esta parábola: 8Cuando fueres convidado por alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él, 9y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: Da lugar a éste; y entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar. 10Mas cuando fueres convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba; entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa. Jesús está enseñando aquí la humildad y en la explicación que hizo de esta parábola dijo que no invitaran aquellos que podian recompensar como la familia y amigos sino aquellos que no lo podían hacer como los pobres, mancos, cojos, ciegos. Si pensamos en la humildad necesitamos mencionar un nombre, Jesús, mostró en esta palabra humildad perfecta porque al estar en casa de este fariseo y ver como le asechaban no se dejó intimidar de ellos y mostró amor por un hombre que era hidrópico (su cuerpo con síntomas de hinchazón y de una circulación deficiente) al curarlo y mostró a los fariseos la necesidad de dejar de confiar en sí mismos para ser salvos porque con este milagro complementado con la parábola que contó, Jesús queria que ellos voltearan a mirar a Él como el  Mesías que dijo: 28Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. 29Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; 30porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. (Mateo 11:28-30), esta es la naturaleza de Jesús, ser manso y humilde, por esto fue dado a cada uno de nosotros el perdón de haber pecado contra el quinto y primer mandamiento, mostró ser manso y humilde no solo en su vida, sino que también cargó con cada uno de nuestros pecados humillándose a sí mismo como Pablo lo relató y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (Filipenses 2:8) y en la cruz ganó para nosotros un verdadero descanso para nuestras almas puesto que siendo Dios mismo nos dio la Redención.

Hermanos, Jesús hoy nos quiere enseñar como vivimos al dejar la vanidad y el orgullo atrás con estas palabras 11Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido. Nosotros aprendemos con la Palabra que no somos más que nadie, ni en lo espiritual, ni en lo material. El tener un trabajo con un buen salario o tener un llamado dentro de la iglesia no nos hace importantes en este mundo, lo importante es reconocer de donde viene las bendiciones que recibimos. Primero la bendición del Perdón, donde el Espíritu Santo por medio de la Ley destruyo nuestra vanidad y orgullo y, hoy reconocemos con humildad que necesitamos de Cristo para nuestro perdón, para nuestra verdadera paz con Dios y para la vida eterna. Hoy mostramos esta humildad al reconocer cada día nuestro pecado con el arrepentimiento y al dejarnos llevar por el mismo Dios para dar el fruto, el cambio que Él produce en nosotros, así como nos cambió de ser incrédulos a creyentes, Él puede cambiar todo lo que necesitamos cambiar para su Gloria dejando atrás todo hábito pecaminoso. El amar nuestras imperfecciones y debilidades hace que podamos amar las imperfecciones y debilidades de todos los que nos rodean, por este tenemos con los hermanos en la fe un amor fraternal, esto quiere decir que podemos vernos con los mismos ojos cada uno de nosotros y por esto vivimos perdonándonos y soportándonos unos a otros. Pero también reconocemos que las bendiciones terrenales vienen de nuestro Dios, Él es nuestro proveedor, usa el sol y la lluvia para que crezcan los alimentos por los cuales subsistimos en este mundo y por esto damos gracias a Él por darnos el techo, la comida y el vestido. También usa sus santos ángeles para cuidarnos espiritualmente a cada uno de nosotros por igual y con esto mostramos con humildad que Él es nuestro Creador y Salvador que nos hizo sus hijos por el poder del Bautismo y del Evangelio. Por esto mis hermanos, cuando creamos que vamos a caer en vanidad o en el orgullo con un hermano en la fe, recordemos que hay un lugar donde estaremos y allí todos seremos iguales, allí todos tendremos la misma perfección y allí adoraremos por igual a nuestro Dios y es por esto que no necesitamos crearnos diferencias entre nosotros porque por la fe en Jesús seremos recompensados en la resurrección de los justos. Amén

× ¿Cómo podemos ayudarte?