Décimo Cuarto Domingo de Pentecostés
Los encontrados son dejados; los perdidos son encontrados
Tema del Día
Jesús sabe siempre lo que tiene que hacer y por esto no nos deja solos cuando estamos extraviados. Nos busca sin descanso. Involucra al resto de la comunidad cristiana en esta búsqueda de los perdidos y en la alegría por los encontrados. Los que piensan que no necesitan ser encontrados se pierden esta alegría. Sin embargo, los que saben que se perdieron y fueron encontrados por Jesús compartirán su amor por otros perdidos. Compartirán su celo al buscarlos y su alegría al encontrarlos.
Oración del día
Señor, te rogamos que tu misericordia y tu gracia nos precedan y nos sigan siempre, para que, amándote con corazón indiviso, estemos preparados para toda obra buena y útil; por tu Hijo Jesucristo, Señor nuestro, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y siempre.
Primera lectura: Oseas 3:1-5
A la gente de la época de Oseas le resultara difícil ver el alcance de su maldad. Sin embargo, el juicio se acercaba. Para preparar a su pueblo para ese juicio, el Señor hizo de Oseas una lección viviente para su pueblo. Le dijo al profeta que se casara con una mujer adúltera y le dio nombres específicos para los hijos que tuvieran juntos. La mujer de Oseas representaba la rebelión del pueblo, y los nombres de esos hijos les advertían del juicio venidero de Dios.
1Me dijo otra vez Jehová: Ve, ama a una mujer amada de su compañero, aunque adúltera, como el amor de Jehová para con los hijos de Israel, los cuales miran a dioses ajenos, y aman tortas de pasas. 2La compré entonces para mí por quince siclos de plata y un homer y medio de cebada. 3Y le dije: Tú serás mía durante muchos días; no fornicarás, ni tomarás otro varón; lo mismo haré yo contigo. 4Porque muchos días estarán los hijos de Israel sin rey, sin príncipe, sin sacrificio, sin estatua, sin efod y sin terafines. 5Después volverán los hijos de Israel, y buscarán a Jehová su Dios, y a David su rey; y temerán a Jehová y a su bondad en el fin de los días.
Salmo 51
La Iglesia canta el Salmo 51 en los servicios que hacen hincapié en el arrepentimiento, tanto en la contrición como en la fe. Está clasificado como el medio de los siete salmos penitenciales, y es el primero de los salmos biográficos de David. Martín Lutero dijo: «El Salmo 51 es uno de los salmos de enseñanza más destacados. David nos enseña correctamente qué es el pecado, de dónde viene, qué daño hace y cómo una persona se libera de él. En este salmo, como en ningún otro, se muestra claramente que el pecado es una herencia, que nace en nosotros. Ninguna obra puede eliminarlo; sólo la gracia y el perdón de Dios pueden hacerlo».
Al músico principal. Salmo de David, cuando después que se llegó a Betsabé, vino a él Natán el profeta.
1Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
2Lávame más y más de mi maldad,
Y límpiame de mi pecado.
3Porque yo reconozco mis rebeliones,
Y mi pecado está siempre delante de mí.
4Contra ti, contra ti solo he pecado,
Y he hecho lo malo delante de tus ojos;
Para que seas reconocido justo en tu palabra,
Y tenido por puro en tu juicio.
5He aquí, en maldad he sido formado,
Y en pecado me concibió mi madre.
6He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo,
Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
7Purifícame con hisopo, y seré limpio;
Lávame, y seré más blanco que la nieve.
8Hazme oír gozo y alegría,
Y se recrearán los huesos que has abatido.
9Esconde tu rostro de mis pecados,
Y borra todas mis maldades.
10Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
11No me eches de delante de ti,
Y no quites de mí tu santo Espíritu.
12Vuélveme el gozo de tu salvación,
Y espíritu noble me sustente.
13Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos,
Y los pecadores se convertirán a ti.
14Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación;
Cantará mi lengua tu justicia.
15Señor, abre mis labios,
Y publicará mi boca tu alabanza.
16Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría;
No quieres holocausto.
17Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado;
Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.
18Haz bien con tu benevolencia a Sion;
Edifica los muros de Jerusalén.
19Entonces te agradarán los sacrificios de justicia,
El holocausto u ofrenda del todo quemada;
Entonces ofrecerán becerros sobre tu altar.
Segunda lectura: Lucas 15:1-10
En estas parábolas, Jesús reprende a los que se consideran ya encontrados y no necesitan arrepentirse. Les muestra lo perdidos que están demostrándoles lo diferente que es su desprecio por los pecadores del amor de Dios por los pecadores.
1Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, 2y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come.
3Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: 4¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? 5Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; 6y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. 7Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.
8¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla? 9Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido. 10Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
Texto Sermón: 2 Corintios 2:5-11
La Iglesia de Cristo es más que un conjunto de individuos, cada uno de los cuales tiene una relación personal con Dios. Esos individuos también tienen una relación entre sí. La Iglesia es un cuerpo. Como en un cuerpo, «si uno de los miembros padece, todos los miembros se conduelen, y si uno de los miembros recibe honores, todos los miembros se regocijan con él.» (1 Corintios 12:26).
5Pero si alguno me ha causado tristeza, no me la ha causado a mí solo, sino en cierto modo (por no exagerar) a todos vosotros. 6Le basta a tal persona esta reprensión hecha por muchos; 7así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de demasiada tristeza. 8Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él. 9Porque también para este fin os escribí, para tener la prueba de si vosotros sois obedientes en todo. 10Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo, 11para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones.
Dios Hace Posible lo Imposible: Restaurando lo Irreparable por Medio del Perdón
En nuestra vida hay cosas o circunstancias que creemos que son imposibles de suceder. Cuando escuchamos, por ejemplo, que el hombre quiere ir a vivir a la luna, lo primero que afirmamos es que eso es imposible. Lo mismo ocurre con ciertas relaciones humanas: cuando una relación ha pasado de la frustración, al enojo, luego a la ira, y finalmente al odio, creemos que jamás podrá restaurarse. Estos dos ejemplos reflejan como, por naturaleza, somos muy negativos frente a lo que consideramos imposible. Hace algunos años, estuvo en Medellín un hermano en la fe que vino a estudiar los zancudos transmisores del dengue. Este hermano estaba haciendo su tesis universitaria, y viví con él algo que, en mi mente, era imposible de creer: vi, a través de un microscopio, una operación a un zancudo para extraerle los huevos, incubarlos y así reproducir más zancudos ¿pueden imaginarse, mis hermanos, una operación a un zancudo? Por lo menos yo nunca creí que esto podía pasar. Pero hay que estar ahí para ver como lo imposibles se vuelve posible. En la Biblia encontramos al menos cinco pasajes que nos muestran que Dios hace posible lo imposible. Hoy vamos a meditar sobre cómo eso se aplica a nuestras relaciones rotas, a aquellas que están desgastadas por diversas situaciones, y que creemos imposibles de restaurar.
Cuando hablamos espiritualmente de restaurar relaciones especialmente entre hermanos en la fe y, por supuesto, con Dios, es fundamental no perder de vista la doctrina de las llaves. Este es el poder que Cristo dio a su iglesia para abrir el cielo a los arrepentidos y cerrarlo a los impenitentes. Esta doctrina es fácil de explicar, pero en la práctica es lo más difícil de aplicar. Pensemos, por ejemplo, en las veces que no hemos querido perdonar a un hermano que nos ha pedido perdón; o en las veces que, con muchos “peros”, hemos complicado ese perdón. Muchas veces, incluso, nos complacemos cuando hay conflictos entre hermanos en la fe, en las familias o con otros, y decimos frases como: “nadie puede pasar por encima de mi” A causa de nuestro viejo hombre hemos llegado a pecar contra el mismo amor de Dios. Ignoramos su amor y, con ello, pecamos contra la segunda tabla de la ley: dejamos de obedecer, no respetamos la vida, destruimos matrimonios, tomamos lo que no es nuestro, hablamos mal del prójimo y, nuestros corazones avaros y codiciosos siempre buscan quedarse con lo ajeno. Todo esto refleja nuestra tremenda capacidad de destruir lo que Dios ama: su Palabra, su imagen en el prójimo y su amor en nosotros. En verdad, cada uno de nosotros merecemos la muerte eterna, por haber roto nuestra relación con Dios y el prójimo a causa del pecado.
Cuando Pablo escribió la primera carta a los Corintios, había una relación rota dentro de la congregación a causa de un pecado grave: Un joven tenía relaciones sexuales con su madrastra. Al escuchar esto, quizás repudiaríamos a esa congregación y especialmente a estos dos pecadores. Pero lo más grave no fue solo el pecado en sí, sino que la congregación no practico el oficio de las llaves, sino que toleró el pecado como si fuera normal. Esto también nos muestra que nosotros a veces nos incomodamos con los pecados de los demás, pero ignoramos nuestros pecados. Nos creemos justos, sinceros, expertos en relaciones… pero todo eso muestra lo hipócritas que podemos llegar a ser cuando ignoramos nuestros propios pecados y juzgamos los de los demás. Pablo tuvo que escribir duramente a los Corintios: 2Y vosotros estáis envanecidos. 4En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, 5el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús. (1 Corintios 5:2,4-5). Pablo tuvo que hacer lo que la congregación no quiso hacer: aplicar la doctrina de las llaves y excomulgar a este hombre. ¡Que poco amor de los Corintios de practicar el uso de las llaves! ¡Que poco amor nuestro al hacer lo mismo que estos Corintios!
Pero el Espíritu Santo hace lo imposible, posible. Por eso estamos meditando esta palabra en este día, porque este joven se arrepintió, y es por esto que Pablo escribió en la segunda carta: 7así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de demasiada tristeza. 8Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él. 9Porque también para este fin os escribí, para tener la prueba de si vosotros sois obedientes en todo. 10Y al que vosotros perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en presencia de Cristo (2 Corintios 2:7-10). ¿Por qué se arrepintió este joven? Por la predicación de la ley que hizo Pablo al entregarlo a Satanás. El dolor fue tan profundo que solo encontró el perdón y alivio en Cristo Jesús, quien lo buscó como a la oveja perdida o como a la moneda extraviada, tal como lo escuchamos en el evangelio. Jesús vino a este mundo para vivir en pensamientos, palabras y obras perfectamente por cada uno de nosotros, como dice Pedro: el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca (1 Pedro 2:22). Jesús nunca creo conflictos alrededor de Él, aunque sus enemigos siempre los buscaron para atacarlo, tentarle y finalmente asesinarlo. Sin embargo, Él solo habló con la verdad. Y no solo eso: Jesús fue gozoso a la cruz, nuestros pecados por no haber amado a Dios ni al prójimo, por haber destruido relaciones y haber preferido el egoísmo fueron colgados y castigados en el madero. Como dice el Apocalipsis: y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre (Apocalipsis 1:5). Ahora que estamos restaurados por el poder del Evangelio, ¿cómo vamos aplicar esta palabra en nuestra vida?
Dios hizo posible lo imposible. Así que, en cuanto dependa de nosotros, restauremos nuestras relaciones rotas: con nuestros hermanos en la fe, con nuestras familias, en nuestros matrimonios y con todo prójimo. No hay nada más poderoso que el perdón. Esto es más que suficiente, así como Pablo perdonó y animo a los Corintios a perdonar, consolaran y confirmar el amor hacia ese joven, lo mismo vamos hacer cada uno de nosotros. Es importante usar las llaves tal como Jesús lo enseñó en Mateo 18:15-17, 15Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. 16Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. 17Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano. Es así como nos cuidamos ente nosotros, es así como un pecador se arrepiente y hay fiesta en el cielo, es así como nosotros mostramos al mundo que el amor de Dios hace que las relaciones más rotas se puedan arreglar. Por esto mis hermanos nosotros que sabemos por la obra del Espíritu Santo el valor del perdón y el precio que pagó nuestro Padre en los cielos por cada uno de nosotros practiquemos el perdón para que el diablo no gane ventaja alguna sobre nosotros. Amén
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